Limón & Vinagre

García Albiol: persistir es ganar

El fervor que suscita en los barrios que la izquierda quisiera propios es el de un líder que sabe decirles a sus conciudadanos lo que estos quieren escuchar

Albiol Celebración

Albiol Celebración / JORDI PUJOLAR / ACN

Josep Cuní

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El reflujo de los resultados del domingo está provocando una digestión pesada. Y en las farmacias no hay omeprazol suficiente para neutralizarlo. Por un lado, porque la lectura apresurada del dictado de las urnas no ayuda a plantear una estrategia certera para volver a ellas el 23 de julio. Tanto para intentar repetir la victoria como para evitar perder. Es sabido que el comportamiento del elector varía según los comicios. Y, por otro, porque la obligación de seguir devorando compulsivamente impide seleccionar los alimentos adecuados a la nueva dieta e ingerirlos con el ritmo pausado que correspondería. 

Así están las ejecutivas de los partidos. Desorientadas. Tanteando si les conviene esconder sus intenciones reales para configurar gobiernos pero temiendo que el engaño de hoy se convierta en castigo mañana. Este es su riesgo, esta es su desazón.

La jugada a todo o nada de Pedro Sánchez es la de un profesional de las timbas políticas al que la astucia, la suerte y/o la osadía han ido acompañando sus apuestas siempre arriesgadas. 'The Gambler', de Kenny Rogers, tiene una letra ajustada a las circunstancia. Suena a advertencia a los que van a enfrentarse de nuevo al líder socialista: “Si vas a jugar tienes que aprender a hacerlo bien. Saber esperar, cuándo doblar, cuándo alejarse. Incluso cuándo correr. Pero, sobre todo, no cuentes tu dinero mientras estés sentado en la mesa. Habrá tiempo suficiente para hacerlo”. Ese tiempo empezará en agosto.

Fracaso de las líneas rojas

Algo parecido ha hecho Xavier García Albiol (Badalona 8 de diciembre de 1967). Saber leer las cartas de sus oponentes y recordar que cada mano puede ser ganadora. El alcalde que fue y dejó de serlo pero nunca renunció, ha alcanzado una mayoría absoluta sin precedentes en la cuarta ciudad de Catalunya desde los lejanos ochenta del siglo pasado. Cuando Joan Blanch le dio al PSC sus grandes años de gloria en aquella plaza. 

García Albiol, popular en todos los sentidos, ha jugado la baza de la esencia emocional de pertenencia –'Badalonisme'– para esconder las siglas de un partido al que todo el mundo sabe que pertenece. Y como él no lo niega tampoco le ha hecho falta evidenciarlo. No parece que haya engañado a nadie en este sentido. El fervor que suscita en los barrios que la izquierda quisiera propios es el de un líder que sabe decirles a sus conciudadanos lo que estos quieren escuchar. Y como algunas cosas que tranquilizan al municipio suenan políticamente incorrectas a oídos de quienes dictan las normas morales para una sociedad que no responde necesariamente a la que quisieran, la relación se estrecha y la impugnación nacional progresista fracasa. Tanto en los tribunales como en el plano vecinal. 

Nada parece alterar un ardor que pone de relieve el fracaso de las líneas rojas o de los cordones sanitarios. Y esto sucede porque si la alternativa no demuestra saber entender, gestionar, adecuar y resolver mejor los problemas, lo único que consigue es convertir al supuesto enemigo del pueblo en víctima de las élites que disimulan serlo. Y así queda reflejada, una vez más, la lucha tradicional de los barrios contra el centro.     

La línea política seguida por García Albiol ha cortado el paso a Vox en su ciudad. Por eso se permite decir que él no pactaría nunca con ellos. En su manga, algunos de sus ases.    

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