Elecciones municipales

Raval y rumba en campaña

El Raval es híbrido, como la rumba, por eso molesta a los expijoprogres y a los aspirantes a sucederles

Acto de inicio de campaña de Xavier Trias, candidato de Junts en Barcelona

Acto de inicio de campaña de Xavier Trias, candidato de Junts en Barcelona / LLUIS GENÉ / AFP

Xavier Bru de Sala

Xavier Bru de Sala

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estos días, en plena campaña, el catalanismo bienpensante, por no decir ‘assenyat’, por no decir conservador, enseña la patita 'neonoucentista'. Por un lado Quim Monzó y por otro el 'Ara' se posicionan; uno contra el Raval porque es indigno de representar a Barcelona, el otro porque está o están hartos de tanta rumba. Sangre de horchata acarrean los que querrían enardecerse con la Dansa de Castellterçol. Algunos votarán a Trias para fastidiar a Esquerra Republicana aunque se les encoja el corazón cuando esconde la estelada y reniega de Feliu a favor de la rumba y menos mal que no pone mucho los pies en el repulsivo Raval. 'Vade retro'.

Nadie discrepa del certificado de nacimiento de la rumba: años cuarenta, Raval, calle de la Cera. Pues ya lo tenemos. Dos apestados por uno. Los que se pregunten qué más tienen en común rumba y Raval encontrarán respuestas por este lado: son populares, impuros, huelen a bajinis y sobre todo representan una difusa pero perceptible amenaza a la subsistencia de la nación. Si tras el velo de optimismo bajo el cual disimulan la amarga mueca de la derrota de octubre del 17 hubiera una actitud positiva y una mentalidad aguas arriba, podrían abrazarse al gran Peret, proclamar que la sardana es ampurdanesa y la rumba barcelonesa (y leridana), y exhibir con orgullo las credenciales del Raval, sede entre otras distinguidísimas instituciones como la Filmoteca, del Institut d'Estudis Catalans, por no hablar del Liceu, del Palau Güell y el Romea, o remontar a épocas menos incomodas con las Drassanes.

Estas fobias, dos en una, no gemelas sino siamesas, no son atribuibles a los problemas ocasionados por las narcosalas y otras realidades poco salubres y nada estimulantes, que afectan solo a una pequeña parte de las calles del extenso arrabal, van a la baja y esperamos que después de las elecciones lo sigan yendo. Si comparamos el Raval con el Marais, en otros tiempos el barrio más degradado de París y ahora residencia de artistas y 'bobos' (burgueses-bohemios), encontraremos que aquí, gloriosamente, la transformación se ha quedado a medias. El Raval es híbrido, como la rumba, por eso molesta a los expijoprogres y a los aspirantes a sucederles.

Esto les cabrea, pero aún fruncen más la nariz cuando recuerdan que ninguna de las tres ces del CCCB se refiere a Catalunya, o que el Macba no sea una filial de la por otra parte benemérita Fundació Vila Casas y sobre todo que el Taller de Músics esté tan arraigado y mantenga intactas sus capacidades creadores y transformadoras, siempre híbridas.

Que bauticen con el nombre del barrio un coche eléctrico urbano o que los principales candidatos se estrenen con rumbas es un síntoma de la vitalidad por ahora inquebrantable de Barcelona. Ay si los que odian ambas cosas supieran que, además de ser el barrio de Terenci Moix o Manolo Vázquez, es también el lugar donde los padres del exresponsable de cultura de la ciudad y actual ministro de universidades, Joan Subirats, despachaban en una afamada vaquería, y para más inri en la calle del Hospital, junto a la de la Cera.

Suscríbete para seguir leyendo