La Tribuna

Aragonès 'versus' Ponsatí

No es que Ponsatí sea valiente y Aragonès miedoso, o que el exilio se enfrente y ERC recule. El punto es vender unas ideas para ganar unas elecciones y malbaratarlas cuando se consigue el poder

La eurodiputada de Junts Clara Ponsatí asiste al pleno del Parlamento Europeo acompañada de Carles Puigdemont y Toni Comín tras la detención y posterior puesta en libertad en el regreso a Catalunya.

La eurodiputada de Junts Clara Ponsatí asiste al pleno del Parlamento Europeo acompañada de Carles Puigdemont y Toni Comín tras la detención y posterior puesta en libertad en el regreso a Catalunya. / EFE/ACN

Pilar Rahola

Pilar Rahola

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En plena ofensiva republicana para intentar vender el proyecto del "acuerdo de claridad" que nadie les compra, se confirma la noticia: Clara Ponsatí no comparecerá ante el Supremo. "Llarena cree que tiene una cita conmigo, pero yo tengo otras cosas que hacer", me aseguró en el 'Fax' de 8tv, y ha cumplido sus intenciones.

Es decir, mientras el 'president' Aragonès remacha el giro estratégico de ERC con una propuesta que liquida drásticamente el proyecto independentista -al menos durante mucho tiempo-, Ponsatí mantiene la posición de envite al Estado, por la vía de la defensa de su inmunidad parlamentaria. Los de ERC han decidido plegar velas de forma contundente, incluso aceptando las múltiples humillaciones a las que les somete el Gobierno español. Este viraje de 180º choca frontalmente con la estrategia de firmeza del exilio catalán, comandado por el 'president' Puigdemont, que mantiene la defensa de la causa catalana, por la vía de la denuncia permanente de la represión española. Y en medio, el resto del territorio independentista, que también mantiene la retórica de la confrontación, pero con variaciones multicolores: una parte de Junts, la CUP y la ANC con claridad, y con bastante ambigüedad el resto de Junts y Òmnium.

En todo caso, solo ERC ha optado por abandonar completamente la tentación independentista -algún día tendrá que explicar si este drástico giro está vinculado a los pactos por los indultos- y los gestos políticos que hacen para demostrar la "bondad" de su retroceso son tan excesivos que, más que plantear propuestas, parezca que pidan perdón por sus pecados. Un perdón que el PSOE no gratifica en ningún sentido.

Al contrario, no solo no le ha regalado a ERC ninguna miga de pan para justificar su entrega, sino que aprovecha cualquier ocasión para humillar al movimiento independentista que culminó en la hazaña del 1 de octubre. El último ejemplo, el paseo del ministro Bolaños de estos días por Catalunya, siempre necesitado de declarar que el independentismo está vencido, que ha vuelto la concordia y que los catalanes han recuperado la cordura perdida. Más o menos, la letanía que repiten el resto de ministros o del propio presidente Sánchez, convencidos del rédito electoral que la sumisión catalana les otorga.

Ni que decir tiene que todos ellos obvian que esta pretendida "sumisión" es el resultado de una represión integral a miles de personas, para la que se han utilizado todos los mecanismos del Estado, desde los policiales, judiciales, tributarios y administrativos, hasta el uso de todos los métodos de control de los servicios de inteligencia -espionaje, seguimiento, Pegasus-, con la vulneración de los derechos personales que representan.

Como me decía David Madí -que lo ha sufrido en propia carne-, la represión del Estado contra el independentismo ha costado millones de euros, y la erosión de la imagen de España a nivel internacional no ha sido menor. Desde esta evidencia, hacer declaraciones fanfarronas y pasearse como meros conquistadores en tierra sometida es un desprecio a millones de catalanes. Con un añadido: saben perfectamente que el movimiento independentista puede estar desconcertado, herido, cansando, pero en modo alguno está neutralizado. Tiempo al tiempo, que ya hemos vivido muchos momentos en la historia en la que, como dijo el propio Franco, represión sangrienta en mano, "el problema catalán se ha acabado".

De regreso al giro estratégico de ERC, una cuestión fundamental que afecta a su credibilidad. Es indiscutible que cualquier partido puede cambiar de estrategia en función de las circunstancias. Pero el problema de los republicanos no es que hayan virado, sino que han estafado a los ciudadanos. Tanto las elecciones, como los acuerdos que los llevaron a la presidencia, estaban vinculados al mantenimiento de la estrategia independentista, consiguiendo así los votos y acuerdos. Una vez en el poder, abandonaron todo lo que significaban, rompieron las alianzas naturales, reforzaron los lazos con los socialistas y sacaron del sombrero propuestas surrealistas que solo sirven para lanzar humo. Este es el punto. No es que Ponsatí sea valiente y Aragonès miedoso, o que el exilio se enfrente y ERC recule. El punto es vender unas ideas para ganar unas elecciones y malbaratarlas cuando se consigue el poder. Se trata de honestidad, y es aquí donde Ponsatí provoca orgullo y Aragonès da vergüenza.