El salario mínimo de Pujol Ferrusola
El primogénito del clan pide a la Audiencia Nacional sacar 93 euros más al mes
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Como quien no quiere la cosa, el precio del alquiler medio en Barcelona se sitúa en los 1.077 euros, según datos de la Generalitat. Dormir bajo techo cuesta ya lo que el salario mínimo. O séase, que tras abonar la renta al casero, al barcelonés también medio no le queda mucho más recorrido que pintarse un punto rojo de ascetismo hindú en el entrecejo, en el triángulo de la tristeza, y tumbarse en la cama de pinchos mientras se masajea los chakras pensando en la fugacidad del tiempo y la futilidad de cualquier empeño humano.
Pero estábamos con el salario mínimo interprofesional. Hace apenas un mes, el Gobierno le dio un empujoncito revalorizador para paliar los efectos del aquí–no–hay–quien–viva y, en consecuencia, Jordi Pujol Ferrusola ha pedido a la Audiencia Nacional que le aplique la subida pertinente. En la presentación de los papeles, su abogado, Cristóbal Martell —qué buen apellido para un letrado—, ha calculado incluso el prorrateo de las pagas, de manera que le correspondería sacar de su cuenta 1.260 euros al mes, frente a los 1.167,66 euros que podía retirar hasta la fecha. La Fiscalía pide 29 años de cárcel, por delitos de blanqueo de capitales y asociación ilícita, para al primogénito de la ‘famiglia’ Pujol, quien tuvo que subastar su magnífica colección de coches para depositar la fianza.
LA AYUDA DE FAMILIARES
Alega el abogado que su cliente, con las cuentas bloqueadas como las tiene, se ha visto obligado a «contar con el apoyo económico directo y desinteresado de sus familiares más próximos para afrontar los gastos ordinarios del día a día». Hombre, sin ánimo de ofender, le daríamos la más sincera enhorabuena al club de quienes en los últimos tiempos, desde el ladrillazo para acá, hemos tenido que asestar algún que otro sablazo a los padres para sacar la cabeza del agua. Los abuelos se han convertido en Cofidis.
En puridad, Pujol Ferrusola tiene razón: si el juez le autorizó en su día a sacar el equivalente al salario mínimo, le corresponde ahora el ajuste, esos 93 euritos de más que te arreglan la semana. Pero una no sabe si el asunto tiene cachondeo con retranca, si se trata de una estrategia para demostrar que carece de un céntimo más allá del dinero que se encuentra a disposición del juzgado o bien simple perrilleo cicatero, como el del Tío Gilito. Puestos a relacionarse con el gran dinero, se prefiere el estilo de Barbara Hutton y sus fiestas en Tánger, con encantadores de serpientes y camellos de toda especie.
A todo esto y parafraseando a Jennifer López, zumba en el aire el abejorro de una pregunta insistente: ¿y el juicio pa’cuando?
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