La campaña militar (69) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

El 'general invierno', en auxilio de Rusia

El 'general invierno', en auxilio de Rusia: el análisis de Núñez Villaverde

El cadáver de un soldado ruso yace ayer en un terreno nevado cerca de Járkiv, en Ucrania.Kharkiv (Ukraine), 25/02/2022.- A body of killed Russian soldier lies in the snow after an attack of the Ukrainian army the previous day near the city of Kharkiv, Ukraine, 25 February 2022. Russian troops entered Ukraine on 24 February prompting the country's president to declare martial law and triggering a series of announcements by Western countries to impose severe economic sanctions on Russia. (Atentado, Rusia, Ucrania) EFE/EPA/SERGEY KOZLOV

El cadáver de un soldado ruso yace ayer en un terreno nevado cerca de Járkiv, en Ucrania.Kharkiv (Ukraine), 25/02/2022.- A body of killed Russian soldier lies in the snow after an attack of the Ukrainian army the previous day near the city of Kharkiv, Ukraine, 25 February 2022. Russian troops entered Ukraine on 24 February prompting the country's president to declare martial law and triggering a series of announcements by Western countries to impose severe economic sanctions on Russia. (Atentado, Rusia, Ucrania) EFE/EPA/SERGEY KOZLOV / JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ. MADRID| SERGEY KOZLOV

Jesús A. Núñez Villaverde

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Más que al campo de batalla, Moscú mira al cielo, confiando en que el 'general invierno' venga en su ayuda para facilitar su aventura militarista en Ucrania.

Ucrania no solo ha demostrado que ha sido capaz de frenar la invasión rusa, sino que ha logrado tomar la iniciativa, lanzando una doble ofensiva terrestre y desbaratando de raíz la pretensión rusa de dominar Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, formalmente anexionadas el pasado día 5. Su voluntad de combate y el apoyo económico y militar de decenas de países, con Estados Unidos al frente, explican ese cambio de tornas, dejando al descubierto la vulnerabilidad de Moscú y el creciente atrevimiento de Kiev, ejemplificado explosivamente con el ataque al puente de Kerch.

Hoy Rusia no controla completamente ninguna de las cuatro regiones citadas y ninguna de las bazas que está empleando ahora le va a permitir dar un vuelco favorable a sus intereses. La movilización decretada a finales de septiembre no está reportando ningún beneficio para unas fuerzas invasoras que siguen en retirada y cavando trincheras para intentar consolidar posiciones defensivas antes de que sea demasiado tarde. La campaña de bombardeos masivos contra instalaciones eléctricas, de comunicaciones, centros de mando y control y objetivos civiles de todo tipo ni están logrando desmoralizar a la ciudadanía ucraniana ni van a cambiar el signo de las operaciones, mientras Rusia malgasta un arsenal misilístico que no logra reponer como consecuencia de las sanciones internacionales y que puede echar de menos en futuras fases de la guerra. Por último, la presión sobre Bielorrusia tampoco termina de traducirse en una implicación directa de Minsk al lado de los invasores rusos. Aunque Aleksandr Lukashenko debe su vida política a Putin y ha anunciado la formación de un grupo conjunto de unidades militares, la realidad es que hasta hoy no se ha atrevido a dar el paso de enviar a sus soldados a luchar en Ucrania, temeroso de no ser obedecido y provocar una nueva revuelta que termine con su presidencia.

En definitiva, a Putin se le agotan las opciones para lograr su objetivo en Ucrania. Por eso, sin que se pueda descartar que termine por recurrir al arma nuclear como última y desesperada opción, lo que le queda como mínima esperanza a corto plazo es que el mal tiempo venga en su ayuda y obligue a paralizar, o al menos a ralentizar sustancialmente, el avance ucraniano.

Por un lado, hay que contar con que las tropas de Kiev deben estar exhaustas tras semanas de combates y de un ritmo de avance que no pueden sostener por mucho más tiempo. Por otro, se verán obligadas a diversificar sus fuerzas para atender a la amenaza que podría representar la entrada en guerra de Bielorrusia, lo que detraerá potencia de combate en los frentes ahora más activos. Por último, basta con recordar que, como ya sufrieron en febrero pasado las fuerzas invasoras, la lluvia y la nieve favorecen la defensa ante la dificultad para sostener la ofensiva entre el barro y las malas condiciones atmosféricas.

Eso hace prever que en los próximos meses no haya grandes operaciones, más allá de intercambio de fuego artillero y operaciones insurgentes que difícilmente se traducirán en pérdidas o ganancias significativas. Moscú puede creer, en consecuencia, que el mal tiempo puede ser un aliado a la espera de que hasta la próxima primavera termine por resquebrajar la moral de resistencia ucraniana y la unidad occidental a favor de Kiev. Pero también puede volver a equivocarse.

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