Artículo de Manel Esteller

Los últimos cinco años del Nobel de Medicina

El galardón sueco es un indicador inmejorable de los descubrimientos relevantes en el terreno de la biomedicina

El Nobel de 2021, Ardem Patapoutian, junto a su equipo en Halloween, en 2016.

El Nobel de 2021, Ardem Patapoutian, junto a su equipo en Halloween, en 2016.

Manel Esteller

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Una forma de reconocer descubrimientos que han sido relevantes en biomedicina es la concesión de premios a los investigadores implicados en esos hallazgos. El premio Nobel de Medicina en Fisiología o Medicina es uno de los más prestigiosos, pero otros como el Breakthrough Prize o incluso el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento también son buenos indicadores de resultados destacados en esta área. Para los premios nóbeles incluso existen “predictores” informáticos que calculan la probabilidad estadística de ganarlo. Esta semana se ha anunciado el ganador del Nobel en ciencias biomédicas y quisiera resumir brevemente la trayectoria de las ultimas cinco concesiones para explicar un poco las tendencias en este campo.

En 2018 los ganadores fueron Tasuku Honjo y James P. Allison por sus descubrimientos acerca del papel que desempeña el sistema inmune en la regulación del cáncer. Estos investigadores no solo contribuyeron decisivamente a caracterizar las biomoléculas (receptores y ligandos) implicados en la defensa de nuestro cuerpo contra agentes extraños (microorganismos y células extrañas a nosotros), sino que sus datos han sido decisivos para introducir la inmunoterapia como un tratamiento típico del cáncer en los hospitales. Verdaderamente importantes han sido las respuestas clínicas observadas en melanoma y cáncer de pulmón, y ahora buscamos extenderlas a muchos otros tipos tumorales. Y no solo usando fármacos, también redirigiendo y modificando nuestras células immunes para que reconozcan y ataquen con eficacias las células transformadas.

En 2019, los premiados fueron William G. Kaelin Jr., Peter J. Ratcliffe y Gregg L. Semenza por sus descubrimientos sobre cómo las células perciben y se adaptan a la disponibilidad de oxígeno. Sus resultados han tenido enormes consecuencias no solo para comprender el metabolismo del oxígeno en la salud y la enfermedad, sino también cómo podemos usarlo en nuevas terapias. La proteína HIF es la que manda en estos procesos, y procesos de hipoxia (falta de oxígeno) ocurren en muchos estadios carcinogénicos. Una forma de atacar un tumor, que es cortarle su soporte de oxígeno al bloquear la llegada de nuevos vasos sanguíneos, es lo que realizan los fármacos antiangiogénicos, que también han tenido gran aplicabilidad evitando proliferaciones vasculares en el ojo que podrían asociarse con la ceguera.

En 2020 los galardonados fueron Harvey James,  Michael Houghton y Charles M. Rice por el descubrimiento del virus de la hepatitis C. Los virus son seres con un gran éxito evolutivo; cuando nos hayamos apagado ellos continuarán por aquí. En términos de enfermedad humana son causantes de multiples patologías (desde la poliomielitis al covid) y existen virus con particular apetencia por el hígado, como es el caso de los virus de las hepatitis A, B y C. Las vacunas han sido eficaces en los dos primeros casos, pero para la hepatitis C ha sido en los últimos años que existe un tratamiento curativo para los infectados. Sucedió hace relativamente poco y probablemente no recibió la atención mediática que merecía.

En 2021 el premio recayó en David Julius y Ardem Patapoutian por el descubrimiento de los receptores del tacto y la temperatura. Quizá, hasta el de este último año, sea el descubrimiento más denominado de “investigación básica”, es decir, sin una aplicación práctica clara. Pero de este tipo de ciencia han derivado muchos tratamientos en otros casos, así que seguro que lo veremos también en este caso. Desde familias con alteraciones genéticas en estos receptores, a formas de adaptarnos los seres humanos a ambientes hostiles o extremos, o las terapias asociadas a estos estímulos.

Y finalmente, este 2022 el ganador es Svante Pääbo por sus descubrimientos sobre los genomas de homínidos extintos y la evolución humana. Este científico ha sido casi el creador de una nueva disciplina, la paleogenómica, y sus datos nos dicen que los humanos modernos tenemos insertados fragmentos de otras especies humanas que nos precedieron y las mismas han sido estudiadas en detalle por su grupo.

Ojalá este tipo de premios motiven en nuestros jóvenes más vocaciones científicas, pero recordando que lo importante es el conocimiento y no el reconocimiento. Necesitamos a esta nueva generación de investigadores y debemos darles la oportunidad de tener los medios adecuados para realizar su trabajo.

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