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Junts y la Generalitat: la maté porque era mía

El espacio político que fue de Convergència parece ahora despreciar las instituciones

La presidenta de Junts, Laura Borràs, y el secretario general del partido, Jordi Turull.

La presidenta de Junts, Laura Borràs, y el secretario general del partido, Jordi Turull. / EFE / David Borrat

Albert Sáez

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Los viejos maridos machistas acostumbraban a matar a sus esposas al grito de que si no eran suyas no podían ser de nadie. El espacio político que ahora ocupa Junts se caracteriza por tratar de igual manera a las instituciones catalanas. Cuando no las gobiernan, o cuando no las presiden, no tienen el más mínimo escrúpulo en cargárselas. La salida del último embrollo dentro del Gobierno de Catalunya ha vuelto a evidenciar esta pulsión.

Incluso si Junts tuviera razón en todas las razones que alega para presionar a Aragonès, la forma es sumamente irrespetuosa hacia los ciudadanos, los que los votaron y los que no lo hicieron. Hay dudas razonables sobre si este conflicto es entre republicanos y posconvergentes o es una pelea de familia en un partido que ha sumado a sus raíces, nacidas al amparo de Pujol, a un nutrido grupo de activistas del ‘procés’, tanto en la militancia como en la dirección. El ‘president’ Aragonès los ha tratado como si fueran incapaces de abandonar el poder, como nunca lo haría la vieja Convergència. Y se ha encontrado que cuando ha tensado al máximo la cuerda, el Gobierno se ha roto antes que Junts. Pero las dudas sobre la decisión final siguen ahí. La Ejecutiva de Junts sigue respondiendo con un 'ni' cuando le preguntan si apoyará la salida del Ejecutivo, con todo lo que ello comporta, en lo tangible y en lo intangible.  

La realidad es que las tensiones dentro de Junts y dentro de la coalición han dejado al Govern en un limbo. Cinco ‘consellers’ de Junts siguen teniendo firma en el DOGC. Hay una sede vacante en la vicepresidencia y en una de las ‘conselleries’ con mayor presupuesto. Y ahí siguen deshojando la margarita cual narcisos abstraídos de una guerra, de una crisis por la inflación e incluso de un cúmulo de procesos judiciales. Ensimismados. 

Tras un espectáculo como este, costará volver a creer a estos partidos cuando digan una y otra vez que su prioridad es Catalunya. Al menos que en eso no engañen. Su prioridad, lógico en un partido político, es la conquista del poder. Lo único que deberían tener en cuenta es que conseguirlo a cualquier precio acaba pasando factura. El amor obsesivo es letal para quien lo padece. Igual de tanto amar a Catalunya lo que acaban haciendo es matarla, como esos viejos machistas.

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