Isabel Díaz Ayuso no se apaga
A Feijóo no le va mal que bajo sus propias siglas pueda cubrir todo el espacio que va de Vox al centrismo moderado
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
No sé si Madrid se apagará o no, pero lo que parece evidente es que Isabel Díaz Ayuso y sus guionistas no bajan la persiana por vacaciones. “Madrid no se apaga”, tuiteó la presidenta de la Comunidad de Madrid cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció las medidas de ahorro energético. Así, con esta envidiable economía del lenguaje, con un solo tuit, Ayuso nos recordó que está aquí y que el arco narrativo de esta temporada en la serie televisiva que es su carrera política tiene un evidente antagonista: Alberto Núñez Feijóo.
Uno de los grandes aciertos de Ayuso y su equipo de guionistas ha sido narrar su carrera al estilo de las series, con arcos narrativos bien definidos y un elenco reconocible de personajes antagonistas y secundarios. La primera temporada narró la irrupción y el ‘cliffhanger’ de las elecciones autonómicas que la auparon a la presidencia con el apoyo de Ciudadanos. La segunda temporada se centró en el pulso con Pedro Sánchez a cuenta de la gestión de la pandemia (esa cumbre de las banderas), el inicio de las miradas de reojo con Pablo Casado y el gran final de las elecciones anticipadas y la aplastante victoria posterior. La tercera temporada fue un prodigio de guion: poco a poco, a lo ‘Better Call Saul’, el arco narrativo nos llevó al pulso con Casado y al fenomenal ‘cliffhanger’ final, con el descarnado cara a cara en el que Ayuso decapitó a su jefe. El final de esta tercera temporada ya apuntaba al arco narrativo de la cuarta: la cohabitación entre la protagonista y Feijóo. Y en un Ayuso ‘vintage’, en un solo tuit, la presidente de la Comunidad de Madrid parece que le arrea a Sánchez pero en realidad avanza varias pantallas su historia con Feijóo. ‘Borgen’ de realismo sucio, un imán irresistible para la audiencia.
Menospreciar a Ayuso
El principal problema de la izquierda con Ayuso es que tiende a menospreciarla, incluso cuando la arrasa del mapa político madrileño con una mayoría absoluta incontestable. Ayuso ha perfeccionado el modelo político del PP en Madrid como un gran Distrito Federal que absorbe energías y recursos y que hace de su capa un sayo, Madrid es España, España es Madrid. Se ha hablado mucho de las referencias de Ayuso (Esperanza Aguirre) y de sus inspiraciones (el trumpismo, el ‘procés’), pero tanto ella como sus guionistas han sido capaces de crear un personaje original, genuino, con voz propia. Que no guste, que chirríe, que ofenda o provoque vergüenza ajena es lo de menos: el placer culpable (‘Gossip girl’, ‘Outlander’) hace tiempo que se sabe que es un motor de éxito, en la ficción y en las urnas.
La genialidad del tuit del apagón es que a través de un palo a la Moncloa enfoca el arco narrativo de esta temporada hacia Génova. De esta temporada se esperan grandes momentos: arrancó con el congreso del PP de Madrid que situó a los principales personajes tras el ‘cliffhanger’ casadista que cerró la temporada anterior y, a no ser que los guionistas nos lleven por caminos misteriosos, debe terminar con las elecciones municipales y autonómicas, antesala de una quinta temporada en que la Moncloa, ay la Moncloa, se perfilará en el horizonte. Pero la gran tensión narrativa es saber cómo la historia de Ayuso encaja con la de Feijóo. La sinopsis dice que el discurso del moderado señor gallego casa poco y mal con el torbellino isabeliano, pero no hay que dejarse llevar por las apariencias y mucho menos por las trampas de los guionistas: esto no es un best seller de usar y tirar; esto es creatividad política de primer orden. El antagonismo Ayuso-Feijóo igual no es lo tal, o igual lo es todo, quién sabe. En cualquier caso, permite al PP de Feijóo cubrir el basto y vasto espacio que va de Vox al centro, de Abascal a Rajoy, de Ayuso a Moreno Bonilla.
A cualquier partido de Estado, como gustan de llamarse y ser llamados PSOE y PP, debería incomodarle que una presidenta autonómica inste a incumplir la ley. A un partido, como el PP, que presume de una idea clara de España, debería intranquilizarle que una comunidad autónoma vaya por libre, a la catalana o a la vasca. A un partido, como el PP, que aspira a formar parte de la mayoría conservadora europea, debería preocuparle que una dirigente ponga en duda las instrucciones de la Comisión Europea en plena confrontación con Rusia. Pero a un candidato del PP que aspira a llegar a la Moncloa y sabe que no puede aspirar más que a pactar con la derecha le debe de reconfortar que sus propias siglas le cubran casi todo el espectro ideológico de la derecha. Ojo, que el ‘cliffhanger’ de esta temporada no acabe siendo la revelación que los antagonistas son en realidad un matrimonio de conveniencia muy bien avenido.
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