Artículo de Jordi Mercader

El rédito político del fracaso olímpico

El fiasco protagonizado por los gobiernos autonómicos de Aragón y Catalunya, ante la mirada atónita de la familia olímpica y del Gobierno central, es un éxito sin paliativos del nacionalismo aragonés y el independentismo catalán

Alejandro Blanco

Alejandro Blanco / DAVID CASTRO

Jordi Mercader

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Javier Lambán es el responsable oficial del fracaso de la candidatura conjunta de Aragón y Catalunya para los JJOO de Invierno de 2030, según certificó el presidente del COE, Alejandro Blanco, el único que tiene las llaves para presentar aspirantes ante el COI, detalle que los aspirantes no deben olvidar nunca. El fiasco olímpico protagonizado por los gobiernos autonómicos de Aragón y Catalunya, ante la mirada atónita de la familia olímpica internacional y del Gobierno central, es un éxito sin paliativos del nacionalismo aragonés y el independentismo catalán.

La Generalitat identificó al instante la causa de la renuncia del COE a la candidatura. La culpa es del anticatalanismo existente en Aragón, en toda España, en el Gobierno Sánchez y, en especial, en el ministro de Deportes, el catalán y socialista Miquel Iceta. Los sospechosos habituales. El Gobierno de Aragón, por su parte, tampoco tiene dudas, los catalanes nunca han aceptado la candidatura en “igualdad de condiciones” que, según Lambán, le prometió Pedro Sánchez. El imperialismo catalán, como siempre. A partir de estos perspicaces análisis oficiales, ambos perdedores buscarán el rédito político partidista de un fracaso monumental de cooperación institucional.

El presidente de la DGA seguramente erró en el cálculo de un abandono de la Generalitat al primer obstáculo del plan conjunto. La oposición popular al proyecto existente en Catalunya, incluso en ERC y Junts; la perspectiva de una consulta vinculante de resultado incierto y la convocatoria de otra consulta provocadora desde Waterloo pudieron confundir a Lambán. De haber sucedido así, él podría haberse presentado como el hombre que consiguió para España una candidatura olímpica españolísima, libre del peligro de la propaganda independentista. Sin embargo, deberá limitarse a recitar una encendida glosa de su defensa de la dignidad aragonesa ante los vecinos orientales, para mayor inri, gobernados por los secesionistas, tapando así su error y su intransigencia.

El entusiasmo institucional de la Generalitat por el proyecto olímpico ha ido creciendo a medida que la candidatura conjunta se difuminaba; probablemente, aumentará todavía más al cerrarse la puerta a una propuesta catalana hasta el 2034, eventualmente. Si “España nos ha fallado otra vez”, como aseguró el portavoz de Junts, es el momento idóneo para reclamarle lo que en realidad a casi nadie emocionaba, salvo a los alcaldes y hoteleros del Pirineo, por supuesto. Es el libro de Petete del independentismo que ya no puede sorprender a ningún interlocutor. Los resultados de las consultas, de celebrarse con una propuesta catalana y contra la pasividad del Gobierno central, no defraudarán a los partidarios de capitalizar electoralmente la frustración, mientras el electorado se deje.

El nacionalismo catalán primero y el independentismo oficial ahora han hecho todo lo posible para incentivar a los políticos aragoneses a descubrir la emoción y la rentabilidad de su propio nacionalismo. No tiene sentido rasgarse las vestiduras por el nacionalismo emergente de los aragoneses desde la cátedra honoris causa de esta doctrina. El ejercicio de colonialismo cultural desarrollado por la Generalitat, con ocasión de la polémica del arte sacro de la Franja y su desenlace judicial dejaron su huella en la política aragonesa, que nunca olvida el intento de apropiación sostenida desde el siglo XIX, por parte de algunos académicos catalanes, de su historia y de su antigua corona. La desconfianza existía, solo había que regarla.

Los socialistas del Gobierno central, avalador imprescindible de toda candidatura, creyeron poder aunar los intereses de sus irascibles socios independentistas y los de su ambicioso barón aragonés. En cuanto se torcieron las negociaciones, coincidiendo con el resurgir del PP y la campaña andaluza, se disfrazaron de don Tancredo. Para no desairar a Lambán, se escudaron en la literalidad de la candidatura conjunta; para evitar agrandar el abismo con ERC, negaron al presidente aragonés la renegociación del pacto de los técnicos. Aunque 2034 queda lejos, un día deberán inclinarse por una de las dos propuestas que presentarán a su aire la Generalitat y la DGA. Todo vuelve.

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