Artículo de Pere Puigdomènech

Las crisis actuales cuestionan la manera como producimos nuestros alimentos

La población humana sigue creciendo y la demanda de alimentos no parece que vaya a disminuir

La agricultura sufrirá más pérdidas

La agricultura sufrirá más pérdidas / Efe

Pere Puigdomènech

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Estamos pasando por un periodo en el que se nos acumulan las crisis. Hemos atravesado una pandemia que ha alterado nuestra vida, ahora tenemos en Europa una guerra de consecuencias imprevisibles y hay voces autorizadas que nos recuerdan que tenemos que actuar para controlar los cambios en el clima. De forma directa o indirecta estas crisis cuestionan la manera como producimos, transportamos o consumimos los alimentos. Y somos todos muy conscientes de que nuestra vida depende de un buen acceso a aquello que nos alimenta.

Durante el periodo más agudo de la pandemia, las condiciones de confinamiento a las que estuvimos sometidos reducían las posibilidades de escoger los alimentos. Hay que admitir que el sistema funcionó bastante bien y en Europa, en general, no hubo problemas de abastecimiento. Pero la crisis ha puesto al descubierto las debilidades del sistema de transporte y nuestra dependencia de una logística que se va haciendo más compleja cada día. Esta situación ha empeorado con la guerra de Ucrania. Este país y Rusia son grandes productores de cultivos básicos, entre ellos el trigo. De este cereal, y otros como el maíz o leguminosas como la soja, depende nuestra alimentación y la elaboración de piensos para los animales que comemos. Como consecuencia, el precio de la comida va subiendo. En Europa muchos nos lo podemos permitir, pero la gente con problemas para acceder a una comida suficiente puede ir creciendo, y países como los del norte de África tendrán problemas para mantener el precio del pan que, como en todas partes, es la base de la alimentación.

Al mismo tiempo, los informes que van apareciendo nos dicen que los efectos de la producción de alimentos sobre los cambios que observamos en el clima son importantes. En términos generales, la producción de alimentos representa el 20% de las emisiones de gases con efectos sobre el clima y usa hasta el 90% del agua fresca que consumimos. Los efectos sobre el uso del suelo y la biodiversidad son también claros. Por lo tanto, si nos proponemos reducir el impacto que tienen nuestras actividades sobre el medio ambiente tenemos que repensar aquellas actividades de producción de alimentos que tienen efectos más importantes. El impacto de ciertos productos ricos en nitrógeno, el efecto de los residuos animales o la necesidad de nuevas tierras son algunas de las actividades que han sido señaladas y que van ligadas a la producción de alimentos de origen animal. Por lo tanto, ajustar nuestras dietas parece ser necesario. Al mismo tiempo, ya sabemos que la dieta es un factor clave para nuestra salud.

Lo que pasa es que en los temas de cambio climático quizá podríamos dejar de viajar o podríamos calentar menos nuestras casas, pero no podemos dejar de comer. Además, la población humana sigue creciendo, por tanto la demanda de alimentos no parece que vaya a disminuir. Los estudios que se van haciendo permiten evaluar qué prácticas son las que tienen más efectos sobre la producción y el medio ambiente. Por lo tanto, la producción de alimentos, como la producción de energía, es una cuestión en la cual hay que definir unos principios que nos permitan cuadrar las diferentes demandas que parecen a menudo estar en conflicto. Más cuando sabemos que la industria alimentaria es la más importante en Catalunya, en España y en Europa en términos de valor económico y de ocupación.

No podemos dejar de plantearnos cómo queremos que sea nuestra producción de alimentos y no hay fórmulas mágicas. Ni todo puede ser ecológico, ni todo puede ser kilómetro cero, ni podemos dejar de comer carne de un día para el otro. Sabemos que hay que reducir los abonos y pesticidas, el transporte de alimentos y el consumo de carne, sobre todo de rumiantes. Hay nuevas tecnologías que deberían permitirnos poner en marcha lo que se denomina agricultura de precisión. Quizá hay que poner en marcha sistemas que ayuden a los campesinos en los trabajos más rutinarios y escoger bien cultivos, razas de animales y variedades vegetales. Pero sí debemos ponernos de acuerdo todos juntos, los campesinos que saben lo que quiere decir producir los alimentos, quienes los distribuyen y transforman y nos los llevan a nuestro alcance y los que hacen las reglas del juego. Y quizá los que consumimos los alimentos tendremos que aceptar que el precio de la comida no es tan bajo como era hasta ahora y esto puede no ser fácil para algunos de los nuestros.

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