El IPC contra Sánchez
Biden, con un 3,9% de paro, quiere frenar la economía. ¿Puede hacerlo España con un 14%?
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
Ya escribí que la inflación era el enemigo más temible de Sánchez y de Calviño. La semana pasada insistí en que la inflación mundial, que ha hecho cambiar la política monetaria de Estados Unidos, y las tensiones con Rusia por Ucrania marcarían 2022. Y el viernes la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, afirmó en la inauguración de las jornadas de Davos, este año virtual, que la recuperación mundial va a seguir “pero que está perdiendo fuerza por una inflación mucho más persistente que lo esperado”.
Y el IPC, el índice de precios de consumo -no Pablo Casado, ni las permanentes peleas con Podemos- es el maligno enemigo de Pedro Sánchez que puede quebrar la ya no muy alta confianza de los españoles en su Gobierno. Cierto, Sánchez resiste. El jueves ganó una batalla relevante en el Supremo, cuando la Sala Tercera rechazó incluso considerar “por falta de legitimación” los recursos del PP y de Vox contra los indultos a los políticos catalanes. Y últimas encuestas solventes -la de 'El País' y la de 'El Confidencial'- dan una ligera ventaja electoral al PSOE. La que dibuja el CIS es todavía mayor, pero el CIS de Tezanos es hoy muy discutido. Por su parte el ministro Escrivá, más combativo de lo esperado, ha anunciado que en enero se ha seguido creando empleo (unos 60.000). Para el mes de la célebre cuesta no está mal.
Por otra parte, Sánchez tiene delante una difícil votación en el Congreso para validar la reforma laboral pactada con la CEOE y los sindicatos. Y si la pierde, la bofetada será fuerte. Y sonada. Pero su gran desafío no es tanto el político como la inflación que puede arruinar el horizonte rosado que Calviño ha estado pintando.
La prueba la encontramos en una simple regla de tres. Estados Unidos crece con fuerza y el paro ha caído al 3,9%, casi pleno empleo, pero los americanos están descontentos porque la inflación ha alcanzado el 7%, la mayor en 30 años, y están perdiendo poder de compra. La respuesta de Powell, el presidente de la Reserva Federal, de acuerdo con Biden, ha sido oficializar que no conviene estimular la economía, que ya no necesita apoyos, sino luchar contra la inflación detrayendo dinero de la economía y subiendo los tipos de interés. Frenar el consumo y la inversión para que la inflación no acabe castigándolos todavía más.
El alza de precios es el gran enemigo de todos los gobiernos porque agujerea silenciosamente el bolsillo y los ahorros de los ciudadanos
Estados Unidos, con un 3,9% de paro, puede permitírselo. ¿Puede España con una inflación similar, pero con un 14,57% de paro? Es evidente que no. Además, tampoco podría hacerlo porque la política monetaria depende del BCE. Y Christine Lagarde, con una media en Europa del 5% cree -o quiere creer- que la inflación es coyuntural y afortunadamente se resiste a subir los tipos de interés.
Pero, entonces, ¿está condenada España a coexistir los próximos meses con una alta inflación que, más pronto que tarde, puede disparar la espiral precios-salarios y agravar más el muy delicado y enloquecido escenario político? Pues sí. No parece que el Gobierno contemple otra opción que rezar para que el gas natural y la electricidad moderen su subida (difícil por las tensiones con Rusia) y que los salarios se contengan. Javier Pacheco, líder de CCOO en Catalunya, habla de subidas razonables del 3,1%, la inflación media de 2021, y el gobernador del Banco de España pide un pacto de rentas. Calviño suspira porque el BCE tenga razón y finalmente el IPC acabe moderándose. Pero, ¿y si no es así?
Además, con una inflación superior en 1,5 puntos a la media europea, España ya está caminando sobre el alambre, lo que no puede dejar de tener negativas consecuencias. El índice del sentimiento del consumidor del CIS, que oscila entre 0 (mínimo) y 200 (máximo), se recuperó bastante el pasado junio (cuando nos quitamos la mascarilla) situándose en 97. Y siguió por encima de 90 hasta octubre. Pero ahora -inflación y ómicron mediante- ha vuelto a caer hasta al 81 en diciembre, lo que no puede sino contribuir a degradar el clima económico y político.
Por todo ello, sea el que sea el resultado de Castilla-León el 13 de febrero, el invierno será duro para Sánchez. Y cuando llegue la primavera empieza la batalla de Andalucía. Pero el IPC es su gran enemigo porque agujerea a traición los bolsillos y los ahorros de los electores.
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