Presupuestos
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El ‘no’ pero ‘sí’ de la CUP

El Govern se empeña en dejar en manos de un grupo antisistema el devenir del país, pese a tener alternativas con quien aprobar los presupuestos

Eulàlia Reguant, diputada de la CUP

Eulàlia Reguant, diputada de la CUP / FERRAN NADEU

Una consulta en la que han votado 462 personas después de un fin de semana de reuniones en las que participaron 509 personas ha decidido que la CUP presente una moción a la totalidad de los presupuestos del Govern de la Generalitat al que los antisistema dieron su apoyo mediante un acuerdo de investidura. Tratándose de la CUP, no sorprende que el mandato que las bases han transmitido a la dirección sea más complejo que un binario sí o no. Pese a la decisión de presentar la enmienda a la totalidad, la militancia cupera quiere seguir negociando los presupuestos hasta el último día. La votación, según explicó la diputada Eulàlia Reguant, es en realidad un toque de atención al Govern de coalición entre ERC y Junts per Catalunya, al que acusa de presentar unos presupuestos «continuistas», de perpetuar la «sociovergencia», de «normalizar la relación con el PSOE» y de no trabajar para «generar las condiciones para la autodeterminación». A juicio de Reguant, el Govern es responsable incluso de la poca participación en la consulta entre la militancia sobre los presupuestos.

No debería sorprender a nadie la actitud de la CUP, tanto el discurso crítico como el dogmatismo. Es legítimo, además, esta ambigüedad del no pero sí: desde el famoso empate a 1.515, la CUP ha demostrado saber usar sus cartas y exprimir al máximo el margen de maniobra de sus diputados, esenciales para la existencia de un bloque independentista mayoritario. Si alguien ha sabido usar los últimos años en Catalunya la táctica del 'peix al cove' pujolista hasta el final, cobrándose un presidente de la Generalitat y radicalizando el bloque independentista por el camino, esa ha sido la CUP. Ninguna sorpresa, pues, en la decisión de los 462 votantes.

 Lo que a estas alturas sí sorprende es que un Govern al que le sobran socios con quien aprobar los presupuestos se empeñe en dejar en manos de un grupo antisistema de extrema izquierda el devenir del país. Hace ya demasiado tiempo que el independentismo ha permitido que la CUP sea actor clave de la gobernabilidad en Catalunya. Sin su influencia no se entiende la competición de radicalización que llevó al 1 de octubre de 2017, y sus diputados son claves para perpetuar la política de bloques a partir del eje nacionalista. De hecho, la CUP se resiste a apoyar los presupuestos por motivos que atañen aparentemente a las cuentas presentadas por el ‘conseller’ de Economia i Finances, Jaume Giró, pero los motivos principales son de otra índole: el porcentaje de cumplimiento del acuerdo de investidura con Pere Aragonès y, en general, todo lo referente al envite de las otras instituciones catalanas con las otras instituciones del Estado. La «desafección» cupera con el Govern, por usar palabras de Reguant, va más allá, pues, de las cuentas y, por tanto, no es fácil de salvar con una negociación puramente presupuestaria.

El caso, como ya hemos dicho en otros editoriales, es que estos presupuestos son muy importantes para Catalunya, ya que deben contribuir a la recuperación de la economía catalana dañada por la pandemia y bajo los efectos de la incertidumbre política que ha padecido Catalunya en los últimos años. Con tanto en juego, es legítimo que la CUP exija y que el Govern quiera agotar las posibilidades de acuerdo con sus socios de investidura. Pero mantener la supuesta unidad del bloque independentista no debe pasar por delante de las necesidades del país. Y menos cuando el Govern tiene alternativas a los antisistema.