Aborto
La fragilidad de la ley
Los derechos de las mujeres no se conquistan una vez, sino una vez y otra. Y como una rueda infinita, cada cierto tiempo se deben volver a reivindicar y luchar
El aborto está despenalizado en nuestro país. Tenemos una ley, pero no es suficiente. Aunque sea una ley que recoge un sentir mayoritario, de lucha y conquista social, no es suficiente, porque aquellos que se rebelan siempre encuentran un resquicio legal para continuar vulnerando aquello que la ley anuncia. La ley, pues, avanza posiciones, arraiga las demandas y las normaliza: pero no todo está ganado.
El aborto, en nuestro país, está despenalizado. ¿Cómo explicamos, pues, que el derecho a la objeción de conciencia –individual, fundamental pero individual- queda blindado pero el derecho al aborto no? ¿Cómo explicamos, pues, que la práctica del aborto –quirúrgico o farmacológico- no responda siempre a la elección libre de la mujer que quiere abortar, y que se proponga una reforma que prioriza la economía de la administración?
¿Cómo explicamos, pues, que frente a las clínicas abortivas haya grupos fundamentalistas presionando y coaccionado a las mujeres que van a ejercer su derecho? ¿Cómo explicamos, pues, el estigma social? ¿Cómo explicamos, pues, la desinformación? ¿Cómo explicamos, pues, los tres días de reflexión, esta infantilización y paternalismo? Con la ley, ya se ha visto que no hay suficiente. Porque la resistencia global al hecho de que los derechos de las mujeres sean derechos blindados y conquistados a la primera hacen que no sea suficiente. Poco a poco, celebramos la despenalización del aborto en todo el mundo –Argentina, San Marino-, y desde este lugar del mundo, donde el aborto hace años que está despenalizado, no puedo evitar anticipar el desamparo.
La ley es frágil porque la resistencia patriacal –y religiosa, concretamente- la hace frágil. Los derechos de las mujeres no se conquistan una vez, sino una y otra vez. Y como una rueda infinita, cada cierto tiempo se deben volver a reivindicar y luchar. Es esta una revolución lenta, como decía Roig.
Aquí al lado, en Andorra, la penalización del aborto es total. En todos los supuestos. Y se castiga la disidencia. Volvemos a los tiempos de las brujas –también en las instituciones- y a la red secreta, íntima y peligrosa de las mujeres que atraviesan fronteras.
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