La tribuna

Jordi Sànchez, de fiasco en fiasco

De quedar fuera del gobierno, JxCat podría implosionar. De ahí que Puigdemont se reserve la posibilidad de ordenarle a su vicario un cambio de rumbo

Pere Aragonès y Jordi Sànchez, el pasado 23 de marzo de 2021

Pere Aragonès y Jordi Sànchez, el pasado 23 de marzo de 2021 / Bernat Vilaró / ACN

Andreu Claret

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Sorprende, si es que uno todavía puede sorprenderse en la política catalana, que Carles Puigdemont haya dejado en manos de Jordi Sànchez las negociaciones con Esquerra para formar gobierno. Sorprende, y dice mucho acerca de los impenetrables mecanismos de decisión que imperan en Junts per Catalunya. Sànchez fue el máximo responsable del fiasco que llevó al PDECat a presentarse por separado a los comicios, hurtándole a JxCat unos preciosos miles de votos que relegaron a los antiguos convergentes al tercer lugar, detrás de ERC. Estos días se ha recordado el paso de Sànchez por Iniciativa per Catalunya, pero él no se formó, como político, en las filas de los sucesores del PSUC. Otro gallo cantaría. Sànchez se dio a conocer durante la década en la que actuó de dirigente de la Crida a la Solidaritat, una suerte de antecedente de la Assemblea Nacional Catalana. Una experiencia en la que el mito prevalecía sobre la política. Jordi Sànchez es, en esencia, un activista independentista, que debe su papel de secretario general de JxCat al respaldo de Puigdemont. Solo así se entendió que nadie le pidiera explicaciones por la ruptura de las relaciones con el PDECat y solo así se entiende que nadie se las pida, ahora, tras la decisión de Pere Aragonès de romper las amarras con Junts pocas horas después de que él anunciara que las negociaciones iban sobre ruedas. Segundo fiasco.

El tercero no tardó en llegar. Muchos cuadros de JxCat se llevaron las manos a la cabeza cuando le oyeron decir a Sànchez que el partido estaba dispuesto a prestarle cuatro diputados a Aragonès si este llegaba a un acuerdo de investidura con la CUP y con los 'comuns'. Los herederos de Convergència vieron en este compromiso un pasaporte hacia la irrelevancia política. Un riesgo que se mide en la pérdida de más de 200 cargos públicos, en la imposibilidad de capitalizar el final de la pandemia y de regar las redes clientelares con el maná de los fondos europeos. No fueron los únicos en desesperarse por esta cesión gratuita. En el polo opuesto de la amalgama que constituye JxCat, aquellos que nada tienen que perder con la confrontación permanente, no tardaron en ponerle a parir. Son los que habían leído el artículo de Oriol Junqueras en EL PERIÓDICO hablando de la necesidad de gobernar Catalunya con un horizonte de 10 o 20 años. Las redes no tardaron en llenarse de acusaciones de traición por apoyar gratuitamente semejante apuesta autonómica.

El activista independentista debe su papel de secretario general de Junts al respaldo del 'expresident'. Solo así se entiende que nadie le pida explicaciones

¿Cómo se explica que un hombre cómo Jordi Sànchez sea el secretario general del partido que surgió de las cenizas de Convergència? Algunos lo atribuyen a la voluntad de Puigdemont de enterrar un pasado empeñado en reaparecer en los momentos menos oportunos. Como ha ocurrido ahora, con las peticiones fiscales a los Pujol por los años de corrupción en los que partido y familia llegaron a confundirse. Hay más. El encumbramiento de Sànchez es fruto de la desconfianza congénita de Puigdemont. Con un 'outsider' que se lo debe todo a él, no corre el riesgo de que nadie se le suba a las barbas desde la dirección de JxCat. Más vale vicario en mano, aunque no sea un lince en la negociación, que un dirigente más bregado pero más difícil de controlar.   

Puigdemont juega con fuego. Se sabe incuestionable por quienes le deben su supervivencia política, pero su manejo opaco y maquiavélico de JxCat tiene un límite. Trastocada por los resultados electorales y por los vaivenes de la negociación, la formación es una olla a presión que solo se mantiene unida por la expectativa del poder. De quedar fuera del gobierno, viendo como Aragonès se apunta los tantos de la recuperación, JxCat podría implosionar. De ahí que Puigdemont se reserve la posibilidad de ordenarle a su vicario un cambio de rumbo de última hora. Los republicanos lo saben y le tienen cogido por donde más le duele: el poder, y saben que una cosa es denostar la autonomía, para la galería, y otra muy distinta no beneficiarse de su gestión. Ello explica que Sànchez dejara una puerta abierta al pacto, no fuera que el jefe pida plegar velas, desde Waterloo, y dejar para más adelante la mitología republicana.

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