Pros y contras

Calla, pobre

El primer ministro de Holanda, Mark Rutte.

El primer ministro de Holanda, Mark Rutte. / periodico

Emma Riverola

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Algo habrán hecho. No trabajan lo suficiente, no ahorran cuando pueden, vienen a vivir del cuento… Vagos. Parásitos. Miserables… La pobreza entendida como una tara, como una culpa. Un sentimiento excluyente que sobrepasa la mirada particular y que puede marcar la política de un país. El egoísmo como divisa. Para el pobre, todos los recelos.  

Quizá eso lo explica. El Gobierno holandés en bloque ha dimitido por un escándalo en las ayudas sociales. Entre 2013 y 2019, miles de familias, la gran mayoría turcas y marroquís, fueron acusadas injustamente de fraude en las ayudas que recibían para el cuidado de sus hijos. No solo se les retiraron las subvenciones, sino que fueron obligadas a devolver con carácter retroactivo lo recibido, sumiéndoles en la ruina absoluta. En Holanda, sí, el mismo país que se negó a que se mutualizara la deuda europea ante el quiebro económico de la pandemia. Temían que la solidaridad con los países del sur no fuera entendida por sus ciudadanos, que alentara a la extrema derecha. Ahora, la dimisión en bloque del Gobierno no repara tanto sufrimiento, pero es la mejor lección contra la política de la soberbia y el egoísmo.