Aplazamiento a debate

Elecciones y cobardías

Claro que se pueden celebrar los comicios del 14-F, ya que con tiempo para prepararlos era solo cuestión de trabajo

Una caja con papeletas de las elecciones generales del 2019.

Una caja con papeletas de las elecciones generales del 2019. / OSCAR DEL POZO / AFP

Antonio Franco

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Claro que se pueden celebrar elecciones el 14-F. Con tiempo para prepararlas era solo cuestión de trabajo: que Correos pudiese absorber una entrega masiva de votos a través de un servicio específico diferenciado del convencional, y organizando urnas para los hospitales. Y aunque no se haya hecho, también, aunque peor. Vamos en metro y autobús, se trabaja, funcionan las escuelas y flexibilizamos las restricciones --los que mandan y nosotros-- cuando deseamos hacerlo. Han forzado al comercio y la restauración a equilibrios que para muchos de ellos serán mortales, no hay confinamiento y, sin embargo, dicen que no se puede ir a votar. Muchos políticos, tras atreverse únicamente a quitarles las cabalgatas a los niños, vuelven a lucirse. 

Con las elecciones ya convocadas no hay respaldo legal para el aplazamiento y todo se centraba en organizar el cómo. Pero las elecciones son cosa especial. Porque a las mayorías existentes nunca les apeteció/convino arriesgar sus beneficios partidistas estamos sin ley electoral. Ahora están por posponerlas, como si no tuviéramos prisas. Como si fuese banal la confesión del por una vez sincero Quim Torra cuando hace un año dijo que la legislatura estaba agotada y urgía votar. Sin 'president', con el Parlament disuelto y un Govern inoperante por sus peleas internas, Catalunya sigue en pie por el trabajo cotidiano de su castigadísima sociedad civil. 

Aclarado eso, el repunte del covid, el crecimiento de la cifra de muertos y la saturación de los hospitales multiplican el miedo. Predomina la sensación de culpabilidad colectiva. Las cobardías y las inconsecuencias compartidas por la mayoría de quienes nos gobiernan y por buena parte de la gente de la calle han acabado saliéndonos mal. Tuvimos unas malditas Navidades: unas flojas ventas comerciales y la sonrisa de los 'navideñistas' más fiesteros han parido más luto. La pandemia es una ley de la gravedad que se cumple incluso con quienes creen menos en ella. Ahora dicen que teníamos que haber sido mucho más estrictos. Quien decide es algo que depende de esas elecciones que a algunos les conviene que todavía tarden.