La tribuna

En el nombre del virus

JxCat y ERC han demostrado no tener ningún interés en respetar la fecha de las elecciones y se sienten cómodos adormeciendo el proceso electoral

Pere Aragonès y Meritxell Budó, dirigiéndose a la reunión del Consell Executiu del Govern.

Pere Aragonès y Meritxell Budó, dirigiéndose a la reunión del Consell Executiu del Govern. / Jordi Bedmar/Govern de la Generalitat

Josep Martí Blanch

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La trazabilidad del aplazamiento de las elecciones va más allá de la salud, el interés general y la responsabilidad que invocan nuestros representantes para justificarlo. Por supuesto que nadie va a toser abiertamente a la cara del Ejecutivo por una decisión que este ha madurado pacientemente; ahora un globo sonda, ahora otro. El discurso de salvar vidas es invencible en la arena dialéctica y puede usarse sin rubor para un roto y un descosido sin temor que vayan a uno a afearle.

Pero resulta obligado hacer anotaciones a pie de página, más allá de los datos epidemiológicos para explicar que Catalunya vaya a sumar una nueva paradoja a su abultada colección: el país en el que las urnas han adquirido un valor totémico muestra una pereza extrema cuando el calendario obliga a ponerlas.

La holgazanería sobre esta convocatoria electoral es antigua. En enero de 2020 Quim Torra sacralizó el final de la legislatura desde el punto de vista político afirmando que su gobierno no tenía recorrido y que tras la aprobación de los Presupuestos convocaría elecciones. No solo no lo hizo sino que, en la agonía de su mandato, viajó a Colliure y pactó con Carles Puigdemont alargar una legislatura moribunda. Aceptaba así que el gobierno quedase en precario en medio de una pandemia a resultas de su inhabilitación, tan exagerada como previsible.

Ese pacto se hizo para preservar la salud, pero no la de los ciudadanos sino la de JxCat, que necesitaba tiempo para hacer sus deberes congresuales y decidir candidato. Vino después otro pacto, esta vez ERC mediante. Los republicanos se avinieron a firmar un documento privado con JxCat en el que los poderes ya limitados del vicepresidente en funciones de presidente -como acordaron llamar a Pere Aragonès- quedaban desde el punto de vista político todavía más restringidos. ERC no rompió la baraja cuando podía hacerlo. ¿Por qué? Tampoco fue el interés general el que predominó en su decisión. Se mantuvo indolente porque su estrategia electoral pasaba y pasa por no dar muestras de impaciencia en querer ganar las elecciones, temerosos de que eso pueda quitarles votos.

Si en Catalunya hay aún un Gobierno sin presidente, sin liderazgo y sin confianza entre sus miembros no es por la pandemia, sino porque han predominado las estrategias electorales

Todo esto es pasado, se dirá. Y es verdad. Pero es obligado recordarlo para tener presente por qué en Catalunya lo que hay aún en estas fechas es un Gobierno sin presidente, sin liderazgo y sin confianza entre sus miembros. No es por la pandemia. Es porque han predominado los intereses de parte a la hora de decidir. Añádase que en el circo de la política esto no es una novedad, es de lo más habitual. Pero como sí es excepcional aplazar unos comicios conviene refrescarlo para no perdernos en el camino que nos ha llevado hasta aquí.

Ahora, tras las cortinillas del Gobierno y de los grupos parlamentarios hay niños y niñas levantando el dedo para explicar que han sido los otros y que ellos querían celebrar las elecciones. Memeces de microscopio. El resumen es que JxCat y ERC han demostrado no tener ningún interés en respetar la fecha de las elecciones y se sienten cómodos adormeciendo el proceso electoral.

El Gobierno cuenta además con la complicidad de Ciudadanos, el partido líder de la oposición que es el primer interesado en alargar la legislatura. A nadie amarga una prórroga cuando su proyecto político está en plena descomposición y lo que tiene por delante es parecido a una odisea. Tampoco aquí nada nuevo. Oposición y gobiernos coinciden siempre cuando de lo que se trata es de proteger el patrimonio. El de Ciudadanos son sus 36 diputados, la mayoría de los cuales se evaporarán con el recuento electoral cuando sea que finalmente se vote. No extraña pues que los naranjas no quieran poner fin a su verano particular. Los demás, Síndic de Greuges incluido, no tienen más remedio que subirse al carro y andar en la dirección que señala el arriero. Lo que se decide en nombre del virus no es discutible.

Como llevamos unos días hablando de Estados Unidos no está de más plantear un falso dilema para imaginar cual sería nuestra respuesta. Trump no tenía competencias para promover un aplazamiento de las elecciones estadounidenses. Pero imaginen por un momento que hubiese trabajado activamente esa posibilidad. ¿Cuáles hubiesen sido las opiniones mayoritarias en Catalunya al respecto? Exactamente esas que usted está pensando.

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