MIRADOR
Desobediencia VIP
Hay un mundo desfigurado en el que no son los desheredados quienes llaman a la desobediencia, sino las élites encaramadas al poder: Catalunya, Madrid, Washington, Sao Paulo
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Repican campanas de desobediencia en un mundo desfigurado. Din don dan. Es un tañido extraño, chocante…, inquietante. No son las clases desheredadas las que tocan; son las élites encaramadas al poder. Suenan campanas de <strong>desobediencia en Catalunya</strong>, en Madrid, en Washington, en Sao Paulo… Din don dan.
La desobediencia civil como arma de disidencia política fue teorizada por el ácrata estadounidense <strong>Henry David Thoreau</strong> (1817-1862). El gigante ruso <strong>León Tolstói </strong>(1828-1910) aquilató y desarrolló el concepto. Y algunos líderes ya universales, como <strong>Mahatma Gandhi</strong> (1869-1948), <strong>Martin Luther King</strong> (1929-1968) y <strong>Desmond Tutu</strong> (1931), además de infinidad de ciudadanos anónimos de todos los continentes, lo moldearon en la praxis y le dieron el brillante esmalte de la épica.
Material inflamable
Las reverberaciones de Gandhi y Luther King llegan distorsionadas al mundo hiperconectado de hoy. Hay más información que nunca. Pero, ¿hay más conocimiento? En muchos casos, hoy no son los desposeídos ni los encadenados quienes llaman a la desobediencia. Son los poderosos quienes se erigen en campaneros en unas sociedades en crisis, atemorizadas, individualizadas, proclives al repliegue sobre sí mismas, refractarias al contraste, expoliadas de conciencia crítica, polarizadas en extremo, simplificadas hasta la infantilización. Material inflamable.
Donald Trump niega preventivamente la legitimidad del resultado de las elecciones presidenciales de noviembre en EEUU y rechaza comprometerse a aceptar el veredicto de las urnas si no le es favorable. No es una facción marginal la que se pronuncia de este modo; es el propio emperador. Y no se detiene ahí: abre la boca de nuevo y un escalofrío recorre la columna vertebral de la democracia americana: llama a la extrema derecha estadounidense, grupos violentos neofascistas y supremacistas blancos como los <strong>Proud Boys</strong>, a estar “preparados”. ¿Preparados para qué?
Trump tañe las campanas de la desobediencia por partida doble; cuando anuncia que desacatará el veredicto electoral si le es adverso y cuando desdeña las investigaciones científicas sobre la pandemia e incita a desoír las recomendaciones médicas. Lo mismo hace, con más ardor incluso, Jair Bolsonaro en Brasil. Din don dan, din don dan.
Ayuso y Puigdemont
La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, amaga con la desobediencia sanitaria en su comunidad, el epicentro europeo de la segunda ola de la pandemia. Y su valedor, Pablo Casado, el líder del PP, ejerce a su vez una desobediencia de facto al impedir por la vía del bloqueo la renovación del Consejo General del Poder Judicial, pendiente desde hace casi dos años pese al mandato de la ley orgánica correspondiente y a la demanda de la mayoría de los grupos del Congreso de levantar el sitio.
El partido que encabeza el Gobierno de la Generalitat tira con arrebato de la cuerda de la campana en Catalunya. JxCat reclama a los funcionarios públicos complicidad con la estrategia de Carles Puigdemont de confrontación con el Estado. El tañido retumba con una reverberación de estupor en las comisarías de los Mossos: no es un grupúsculo opositor el que llama a la policía a desobedecer las leyes; es el partido del gobierno. Din don dan, doblan las campanas. La banda sonora de un mundo desfigurado.
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