ANÁLISIS

Mejor así

Es un momento de examen de la grandeza del Barça, pero también un riesgo porque esta vez es verdad aquello de que el Barça corre el peligro de dejar de ser lo que ha sido

Sergi Roberto, cariacontecido mientras los jugadores de Osasuna celebran el 0-1.

Sergi Roberto, cariacontecido mientras los jugadores de Osasuna celebran el 0-1. / periodico

Antonio Bigatá

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El tipo de juego y la derrota ante Osasuna tienen ventajas: no disimulan ninguna de las debilidades reales del Barça e impiden que ilusiones vanas o una especulación posibilista engañen una vez más al propio club y sus seguidores. Ha sido tan triste como oportuno. Cuando ya todo estaba perdido surgió la verdad sobre el esplendor de la hierba: la falta de fuerza del equipo, la mala dirección técnica, el agotamiento de una magnífica generación que carece de sostenibilidad cara al futuro, la escasez de ideas, las decisiones caprichosas, los errores en las contrataciones...  

Como el fútbol es un juego siempre se puede ganar o perder, es legítimo que pase y hay que aceptarlo, pero solo en algunas ocasiones proporciona lecciones. El jueves por la noche aquel miserable partido las dio porque fue más que un miserable partido. Ahora hay que dejar al Barça, a lo que queda del Barça, que haga lo que pueda en la Champions, pero no se puede perder ni un minuto más sin iniciar una profunda recomposición.

Hay un mal escenario general y un mal cronómetro en marcha, pero el presidente Bartomeu tiene que tomar decisiones. Si es necesario, sobre él mismo, en una automedición de su propia capacidad, pero con toda seguridad sobre técnicos, jugadores y estructura organizativa. Y en la medida que pueda intentando aplicar su legitimidad para buscar un pacto general del barcelonismo para que este último año de su mandato no hipoteque en negativo lo que tendrá que suceder después, el proyecto que le sucederá. Pero el Barça no puede despilfarrar todo un año.

El papel de Messi

Se debe entrar en todo, absolutamente todo. Sin tabúes. Desde el papel personal de Messi dentro o fuera de la entidad hasta la revisión de lo que quiere ser el club después de haber desaprovechado en buena medida su maravillosa etapa entre nosotros. El Barça ha sido muy grande durante unos cuantos años. Ha sido el mejor del mundo. Pero ahora sin navajeos y sin autodestrucciones personalistas debe recuperar la normalidad deportiva, la institucional y la social de club de simplemente la primerísima línea que además debe competir en una buena parte de sus retos en eternos campos contrarios.

La temporada 'horribilis' en la que ni se acertó con la camiseta, en que se ha desnaturalizado y falseado el juego del fútbol, en que se han aceptado aplausos pregrabados que no se correspondían con los sentimientos que tenía en cada momento el barcelonismo, y que culminó con el frío glacial de jugarse separando a los jugadores  de sus seguidores, muere. Muere aunque todavía quede nada menos que la decisión deportiva sobre la Champions. Pero las decisiones, las graves decisiones tienen que empezar a adoptarse ahora.

Nuestra identidad

Es un momento de examen de la grandeza de la entidad pero, asimismo, es un riesgo porque, cuidado, esta vez es verdad aquello de que el Barça corre el peligro de dejar de ser lo que ha sido, lo que ha representado y lo que hemos querido. Lo que viene ahora ya no es solo seguir los pulsos contra lo que significa desde todos los ángulos el Real Madrid, contra los clubs de los jeques o contra el negocio como prioridad absoluta en esta actividad. Se trata además de seguir vivos dentro de aquella sensibilidad de 'Esport i ciutadania' que es la base de nuestra identidad.