Contradicciones del desconfinamiento

La próxima vez no habrá perdón

Hemos visto mucho cruce de declaraciones y reapertura de sectores, pero no grupos de trabajo de previsión, con medidas y protocolos concretos, para hacer frente a un rebrote

La próxima vez no habrá perdón

La próxima vez no habrá perdón / periodico

Ana Bernal-Triviño

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En esta etapa de "nueva normalidad" vemos que, mientras algunas cosas no serán como antes, otras no cambian. Básicamente, porque no tenemos memoria. 

Junto con la higiene de manos y las mascarillas, las autoridades sanitarias insisten en el distanciamiento social para impedir los contagios. El problema es que esta norma es laxa según el sector. Hemos visto parques deportivos al aire libre cerrados, pero gimnasios abiertos. Hemos visto parques infantiles cerrados, pero bares llenos. La misma distancia de seguridad será anulada en algunas aulas con la vuelta al cole. No es importante para algunas consejerías, a pesar de que pediatras y epidemiólogos, como Quique Bassat, declaran que volver a clase "sin guardar la distancia es imprudencia". Hemos visto ayudas para las aerolíneas y la industria automovilística, pero no la suficiente a una educación que necesita reducir la ratio y contratar más profesorado. 

De todas las contradicciones de las medidas de distancia, la que más me inquieta es el transporte público. Por trabajo, he tenido que usar el metro y el tren, la línea ave. Me gustaría una explicación de por qué nos recuerdan una y otra vez mantener la distancia antes del embarque si esta es imposible cuando entramos en el vagón, lleno hasta los topes. En mis viajes ningún responsable ha controlado cuando algunos pasajeros se han retirado la mascarilla para hablar sin precaución. Si es cierto que hay mayor nivel de contagio en espacios cerrados y sin ventilación, donde es complicado guardar la distancia de seguridad, ¿por qué se permite que aviones, trenes o metros vayan al 100%, con personas que incluso incumplen las normas? 

Relajación precipitada

Pregunté esta cuestión al inmunólogo Alfredo Corell y me respondió que quizá nos estamos precipitando en relajarnos. Lo que nos lleva el siguiente escenario. Como no tenemos otra industria propia salvo la hostelería/turismo... ¿alguien puede confirmar, con sinceridad por parte de comunidades autónomas o del Gobierno central, que el hecho de que los medios de transporte públicos vayan llenos o el que no se controle tanto el cumplimiento de las normas en estos sectores turísticos se debe por presiones económicas? ¿Alguien nos confirma que ahora estamos más preocupados por la salud de determinadas empresas que la nuestra propia?

Entiendo que todo es nuevo, que improvisamos, que lo que hoy conocemos de la enfermedad no será lo que conoceremos dentro de un mes. Pero no entiendo hasta qué punto esa recuperación económica pasa por incumplir las normas solo en ciertos sectores, porque además contribuye a que la gente sea menos responsable. No tiene sentido eximir de ese cumplimiento a determinados espacios, como la hostelería o transportes, pero sí exigirlo a teatros, cines o el resto del sector cultural.

Hemos pasado de hablar y aplaudir a la ciencia y a los sanitarios a hacerlo con la apertura de bares, hoteles o aerolíneas. Si algo tiene de vuelta a la 'normalidad' es que lo normal en este país es no tener memoria y dejar de lado a los sectores que nos salvaron, a pesar de acumular una década de recortes. Por eso, en estos días donde hemos titulado con la vuelta del turismo, las manifestaciones del personal de la sanidad o de los investigadores no han abierto titulares de los informativos.

Los primeros demandan fortalecer la atención primaria, la protección del personal y el rechazo a las privatizaciones. Los segundos siguen trabajando en precario, con predoctorales que terminan las tesis sin contrato, posdoctorales temporales o científicas que ven cómo esta situación les dificulta investigar por dedicarse más tiempo al hogar. He visto <strong>muchos debates de crispación en el Congreso,</strong> tiempo que podía haber sido más provechoso para consensuar un pacto de Estado por la ciencia o por la sanidad.  Tampoco he visto ningún plan sobre residencias de mayores para que ese horror no se repita jamás.

Estos días he visto mucho cruce de declaraciones pero no grupos de trabajo de previsión en las comunidades autónomas, con medidas y protocolos cerrados y concretos, para hacer frente a un rebrote. Hemos abierto fronteras y sectores sin un claro plan de contingencia. Hemos podido entender que la pandemia nos atropellara de imprevisto en marzo, pero sigo sin entender que no hayamos aprendido de ella. Más allá de una mascarilla, si después de lo que hemos pasado no hay un plan de cómo afrontar otros posibles rebrotes... seguimos en peligro. Es decir, en otras palabras, que si antes hubo excusa, la próxima vez ya no habrá perdón.