El conflicto catalán
Velando armas
Se habla poco de los procesos judiciales relacionados con el independentismo. Es buena señal y, sin embargo, un espejismo: volverá la polémica
Jordi Nieva-Fenoll
Catedrático de Derecho Procesal de la Universitat de Barcelona.
Jordi Nieva-Fenoll
Habrá detectado el lector que se habla poco de los procesos judiciales relacionados con el independentismo. Es buena señal, porque da tranquilidad a todos los actores –abogados, fiscales y jueces– para cumplir debidamente con su trabajo.
Sin embargo, es un espejismo. Volverá la polémica. Hacia finales de este mes tomará posesión la nueva fiscal general del Estado, y pueden avizorarse varios cambios que hasta ahora no se han producido. Los fallos de la justicia han entorpecido la negociación política, y es posible que puedan observarse en el futuro algunas posturas más benévolas con respecto a presos y acusados. Hasta ahora los jueces y fiscales han sustentado casi siempre las posturas más duras contra ellos, y quizá sea ya hora de ser conscientes de que son legales, y quizá mucho más legales, otras posturas que no consistan en el garrotazo sistemático. No se condenó por rebelión, sino por sedición, pero incluso en la apreciación de este mismo delito las penas hubieran podido ser muchísimo más benignas, porque así lo autoriza el mismísimo Código Penal.
Derechos vulnerados
Y desde luego, las acusaciones de la fiscalía hubieran podido rebajarse. Lo reconoció la propia sentencia del Tribunal Supremo, lo dijeron decenas de juristas, españoles y extranjeros, pero los fiscales insistieron en mantener contra viento y marea la acusación más dura posible, provocando la perplejidad incluso de jueces extranjeros. Se vulneraron los derechos políticos de diputados electos, y así lo reconoció el mismísimo Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Pero el Tribunal Supremo decidió seguir adelante pese a ese diáfano fallo. Por último, la fiscalía ha discutido algunos permisos penitenciarios, en resumidas cuentas, por falta de arrepentimiento, como si la contrición fuera una condición para modular el cumplimiento de las penas en un Estado que tiende a la laicidad.
Ojalá se vaya dejando atrás toda esa fiereza punitiva, que a nadie aprovecha y mucho menos a nuestra sociedad. Ojalá nuestros políticos decidan dejar atrás la prisión como argumento electoralista, vergonzosa manera de proceder que apuntan las encuestas que les está pasando una factura que todavía ni siquiera algunos son capaces de ver, cegados como están por el odio y la estrechez de miras, olvidando incluso los que son creyentes, por cierto, que no hay nada más cristiano que el perdón, y menos coherente con su teología que los escarmientos y las venganzas.
Surgirán nuevos motivos de tensión. El Parlamento Europeo debe decidir si concede el permiso para proceder contra los diputados que están en el extranjero. Si lo otorga, la imagen de 'persecución política' quedará muy deslegitimada, también ante la Justicia belga, sobre todo teniendo en cuenta que ya no se les persigue por rebelión, que era una completa exageración, sino por sedición, que es un delito contra el orden público en el que las objeciones de los jueces de Bruselas pueden ser bastante más difíciles, sobre todo si viene ese aval del Parlamento Europeo. La –inevitable– internacionalización de los procesos surtió gravísimos efectos en el '<strong>caso Junqueras</strong>' en términos reputacionales para la Justicia española, pero puede transformarse en un bumerán para los diputados que están en libertad, ya que serían devueltos a España. Está por ver. Nada está dicho y puede pasar cualquier cosa, desde que el Parlamento Europeo no conceda la autorización hasta que la Justicia belga descarte la sedición, e incluso la malversación. Es muy difícil pero no imposible.
Vergüenza ajena
Mientras tanto, seguiremos sumidos en esta pesadilla, de la que ahora estamos viviendo algunos efímeros momentos de pausa. A veces me pregunto si nadie se da cuenta de que la persistencia en este conflicto nos va a acabar llevando al desastre, a todos, incluso a los todavía demasiados partidarios del cuanto peor, mejor. Últimamente se van oyendo algunas propuestas de desbloqueo, pero aún son tímidas, porque están esos procesos, esos presos y esos que sienten que cualquier medida de gracia sería una traición a España, o que cualquier cesión a la Moncloa sería una traición a Catalunya.
De una cosa sí podemos estar seguros. Estos procesos no han servido absolutamente para nada, ni servirán de nada. Basta con hacer un recuento de los acontecimientos desde septiembre del 2017 hasta hoy para observar una sorprendente colección de reiteradas meteduras de pata de unos y de otros. Produce hasta vergüenza ajena cuando se explica en público, con objetividad, el relato de lo ocurrido. Hagan memoria.
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