Dos miradas

El Tubi Tabi

El eterno retorno no era el de las almas, ni el del tiempo cíclico, ni el de Nietzsche, ni el de los mitos. Era el eterno retorno de un helado

Un bote de helado Tubi Tabi, de Frigo.

Un bote de helado Tubi Tabi, de Frigo. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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El eterno retorno no era el de las almas, ni el del tiempo cíclico, ni el de Nietzsche, ni el de los mitos. Era el eterno retorno de un helado, el Tubi Tabi de Frigo, que ahora ha vuelto a nuestras vidas en forma de plástico escupido por la tormenta, al borde del mar, en medio de algas, troncos y suciedad diversa. Confieso que nunca fue uno de mis preferidos, entre otras cosas porque, cuando se puso de moda, en los años 90, yo era demasiado mayor para un helado que parecía un tubo de pasta dentífrica, y mis hijas eran demasiado pequeñas para reclamarlo. Es decir, me habría impresionado mucho más que hubiera aparecido de la nada de la borrasca 'Gloria' un fragmento de Cola-jet, que fue indiscutiblemente la estrella de mi infancia, aunque el trozo de coca-cola no me acababa de convencer. O si hubiera flotado un almendrado de los de antes, delgados y con una pared de almendra y chocolate que se desintegraba en seguida. Uno de esos que volví a comer hace años en Mallorca, en una especie de milagro sensorial.

El Tubi Tabi, que llevaba años muerto, vuelve como fantasma de plástico. Y nos coloca, con música de remembranza, contra el espejo de un futuro devastado.