ante la investidura

¿Qué piensan los alcaldes del PDECat?

Si el partido de Puigdemont deja de pintar en Madrid quedará arrinconado con la CUP

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Albert Sáez

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Ante la investidura de Pedro Sánchez, el independentismo catalán está preso de las consecuencias de lo ocurrido en dos momentos concretos del año 2017. Por un lado, las votaciones del 6 y 7 de septiembre donde se quebró algo mucho más importante que la legalidad, se quebró la confianza del resto del catalanismo con el independentismo, especialmente desde el PSC y desde el mundo de los 'comuns'. Esa quiebra queda reflejada en el punto 9 del acuerdo de Gobierno entre Sánchez e Iglesias, cuando habla de recuperar la convivencia en Catalunya, una expresión que al inicio del denominado ‘procés’ era patrimonio de la derecha extrema de Aznar. Por otro lado, está lo ocurrido la madrugada del 26 de octubre del 2017, cuando Carles Puigdemont, conmocionado al comprobar que estaba envuelto de “traidores”, renunció a convocar elecciones e impulsó el conato de declaración de independencia más triste de la historia. Ese paso, además de conllevar la aplicación del artículo 155 y dar pie a la causa judicial que acaba en la condena del 14 de octubre, alteró el equilibrio de fuerzas en el bloque independentista.

Desde ese momento, Puigdemont sueña con ser un nuevo Pujol. El mandatario ahora denostado convirtió su prisión durante el franquismo en un martirologio que le permitió liderar el catalanismo de la Transición como un auténtico caudillo gracias a que nadie le podía discutir su entrega a la causa que modulaba a su antojo entre el 'seny' y la 'rauxa'. Con esa pretensión, el actual inquilino de Waterloo ha dinamitado el espacio convergente dentro del universo independentista. Ha expulsado a quienes en otra época representaron el sector más soberanista de la antigua CDC, como Carles Campuzano; ha roto vínculos con quienes propugnaban la regeneración del PDECat, como Marta Pascal; se ha rodeado de incondicionales procedentes aparentemente de la sociedad civil pero en realidad cultivados en la amalgama de organizaciones que la antigua CDC mantenía con respiración asistida, como el caso de la fundación CatMón de Victor Terradellas; y ha dado el poder a quienes llevaban años aprendiendo de Felip Puig que, curiosamente, controlan el aparato del partido a la manera más clásica del pujolismo, como Damià Calvet o Jordi Puigneró.

'Bona gent' de Convergència y cachorros de la CUP

El resultado más nefasto de esta estrategia de Puigdemont es la presidencia de Quim Torra que ha tejido una alianza estratégica con los denominados CDR, donde ahora conviven la 'bona gent' de Convergència con los jóvenes cachorros de la CUP. Con esa pinza, Puigdemont pretende a la vez vengarse de las 155 monedas de plata de Rufián y del plante de algunos dirigentes de su propio partido, entre ellos Rull y Turull, que le empujaron a no convocar elecciones.

Muchos alcaldes del PDECat reniegan de todo este mundo. Lo han consentido en el último ciclo electoral por miedo a que Puigdemont les montara candidaturas alternativas en los comicios municipales. Pero cuando se han jugado las cosas del comer, como en la Diputació de Barcelona, no han tenido remilgos en aparcar la lógica de Puigdemont y pactar con el PSC. ¿Van a consentir seguir cuatro años más sin influencia en Madrid especialmente si ERC apuesta por esa vía? Ese es uno de los elementos clave de la negociación de los próximos días. Si Junts per Catalunya, animado por las ansias de venganza de Puigdemont y por el espejismo de haber recuperado un diputado desde la radicalidad, decide bloquear a Sánchez, a Esquerra le será muy difícil hacer lo contrario. Ahí demostrará realmente su madurez.

Esencialismo e intransigencia

Los de Junqueras han sido en las últimas décadas el partido de las mayorías sociales y del referéndum y, como escribía Joan Tardá en estas páginas, no les ha ido mal, aunque con altibajos. Han ganado la hegemonía a la antigua CDC en muchos campos y la han arrinconado a competir con la CUP en esencialismo e intransigencia que no en autenticidad y compromiso. ¿Van a permitirse los alcaldes del PDECat perder la interlocución directa con los ministerios como la han perdido con la presidencia de la Generalitat? ¿Van a contemplar en silencio como los agitadores de la camarilla de Puigdemont siguen arrinconando a los 'consellers' que aún intentan ayudarlos en su día a día como Maria Àngels Chacón o Miquel Buch?

Juegan con fuego, si Esquerra se queda también con el diálogo en Madrid, al PDECat no le quedará otra que diluirse como pretende Puigdemont en ese partido-movimiento que pretende liderar sin contestación como Pujol lo hizo en CDC. El único problema es que el veterano líder escogía mucho mejor a sus colaboradores y controlaba como nadie la ducha escocesa. Si solo se deja caer agua caliente, al final uno se escalda y para eso ya está la CUP.