Tras el 10-N

La hora de Esquerra

Al republicanismo le toca profundizar en el diálogo y el no bloqueo en Madrid y liderar un frente amplio autodeterminista en Catalunya

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

Joan Tardà

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La repetida victoria de Esquerra del domingo anuncia un nuevo liderazgo para hacer avanzar el 'procés' a través de la construcción de nuevas mayorías gubernamentales y parlamentarias. Una trayectoria coherente y sostenida en el tiempo lo avalan: desde la no legitimación de la segunda Restauración borbónica hasta la superación, gracias a la confirmación en el 2003 del Gobierno tripartito, de la Catalunya políticamente dual y empantanada de décadas anteriores entre el nacionalismo atrincherado en la Generalitat y el socialismo en las instituciones metropolitanas, pasando por la exitosa batalla ideológica del expolio fiscal al que nos condenó el Estado español y que el nacionalismo pujolista, a lo largo de décadas, había ignorado. Entonces, el republicanismo no sucumbió a las acusaciones de 'botiflerisme' por haber hecho 'presidents' a Pasqual Maragall y José Montilla ni se hundió cuando fue traicionado por Rodríguez Zapatero al pactar el Estatuto prerrecortado con Artur MasArtur Mas.

Patriotismo social

Esquerra tuvo éxito porque Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Puigcercós habían normalizado un independentismo hasta entonces invisible y habían inyectado un ideario basado en el patriotismo social de una Catalunya de todos y para todos superador del patriotismo identitario de carácter nacionalista. Una nueva savia republicana que, en el marco derivado de la sentencia del Tribunal Constitucional del 2010, optó por sustraer al 'president' Mas de la zona de confort que le garantizaban parlamentariamente PSC y PP a través de abstenciones de investidura o apoyos presupuestarios. Decisión, por otra  parte, cargada de dificultades, porque el Gobierno de ese momento ejecutaba entusiásticas recortes sociales y en Madrid CiU apoyaba las leyes más reaccionarias del PP.

Esquerra terminó haciendo un ingente trabajo de mozo de cuerda político: hacer transitar al nacionalismo convergente hacia un escenario de enfrentamiento al Régimen del 78, del que CiU había sido cofundador, a fin de incrementar el apoyo al independentismo. Pragmatismo que no se abandonó cuando hubo que responder "unitariamente" con la candidatura plebiscitaria de Junts pel Sí al volver de Madrid los comisionados del Parlamento Turull-Rovira-Herrera en 2014 con las manos vacías de permiso para la convocatoria de un referéndum.

Pragmatismo, cierto. Y responsabilidad. La empleada para no caer en la trampa de la consolidación de bloques electorales identitarios que hubieran dificultado aún más, atendiendo a la heterogeneidad de la sociedad catalana, abarcar apoyos fuera del tradicional perímetro independentista. En definitiva, avanzar no solo a partir de las aportaciones provenientes de la reacción contra la represión del Estado, sino también (este ha sido el norte de actuación de los cargos de Esquerra en el actual Gobierno) esforzándose por hacer realidad la ecuación: republicanismo es igual a bienestar, justicia, equidad y fraternidad para con toda la ciudadanía.

En Madrid, diálogo y no bloqueo

El arraigo del independentismo, a pesar de las enormes dificultades que se deberán vencer (la otra mitad de la población catalana aún no se ha comprometido o lo combate), solo hará inevitable la superación del antagonismo entre los defensores del principio democrático de la autodeterminación y los que no lo reconocen si se asume que cualquier solución deberá partir de la no exclusión de ninguna de las partes y hacer que todos vean integradas sus aspiraciones. Debería tocarle, pues, al republicanismo profundizar en la praxis del diálogo y del no bloqueo en cuanto a la acción a desplegar en Madrid. Y, en nuestro país, comprometerse (aunque vuelvan las acusaciones de 'botiflerisme' por parte de 'indepes' nacionalistas), a garantizar las iniciativas del catalanismo no independentista, y de igual manera, por razones democráticas, deberá exigir a la contraparte una actuación idéntica hacia la opción independentista.

En la actual fase del 'procés', Esquerra, convertida ya en la fuerza política mayoritaria del independentismo, es la única fuerza que cuenta con las condiciones adecuadas para protagonizar, lo antes posible, el imprescindible y crucial paso adelante de vertebrar un gobierno y unas mayorías parlamentarias que se sustenten en una base social más amplia en coherencia con la existencia de un mayor número de catalanes favorables al referéndum que a la independencia. Un Gobierno de frente amplio autodeterminista que, de otro modo, aspire a buscar un diálogo franco con el PSC para el logro de una negociación con el Reino de España de carácter bilateral que haga posible la resolución democrática del conflicto a través de un plebiscito en que autonomistas/federalistas, por un lado, e independentistas, por otro, puedan votar favorablemente su propia opción.