LA ENDIABLADA INVESTIDURA

Cuando el lobo asoma las orejas

ERC tiene la llave del nuevo Gobierno y todo indica que prefiere un pacto, aunque dependerá de que haya algún tipo de mesa de negociación

Pere Aragonès conversa con Quim Torra, en la primera sesión de control del Govern tras las elecciones generales, el miércoles pasado

Pere Aragonès conversa con Quim Torra, en la primera sesión de control del Govern tras las elecciones generales, el miércoles pasado / periodico

Andreu Claret

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Los resultados electorales han querido que todo dependa de Esquerra Republicana. Un no de ERC sería letal para Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Una abstención obligaría a una cirugía fina que no suele practicarse en este país. Un sí garantizaría la investidura de Sánchez. Permitiría empezar a andar. Comer el turrón sin el espectro de unas elecciones que podrían darle a la derecha una oportunidad definitiva. 

Asoman las orejas del lobo y esto lo explica casi todo. También las divisiones del independentismo catalán, aunque Oriol Junqueras sabe más de historia que Carles Puigdemont (por la veteranía de su partido y su conocimiento de los años 30) y está más atento al lobo que el hombre de Waterloo. Excitado por la perspectiva de unas cuantas puyas legales al Estado, Puigdemont piensa que el lobo es más bien un 'canis lupus familiaris', un perro fácil de amedrentar haciendo chascar la correa, o sea, cortando la AP-7 y ocupando estaciones del AVE. 

Acuerdo con sapos

Son muchas las circunstancias que van a decidir la posición de Esquerra. Todo indica que prefiere un pacto, aunque tenga que tragar algunos sapos, antes que asumir la responsabilidad de que los lobos aúllen por los campos gélidos de la Terra Alta. Dependerá de que haya algún tipo de mesa de negociación, aunque no sea una mesa, de que se pueda hablar de todo sabiendo que hay algunos temas que conviene dejar para más adelante (sobre todo cuando el apoyo al independentismo ha perdido más de cinco puntos en un solo trimestre, tras unas condenas tan desproporcionadas). 

El vicepresidente Pere Aragonès tiene algunas cartas en la mano para defender la necesidad de una negociación. Inversiones que eviten el colapso de la sanidad, presupuestos cruzados del Estado, la Generalitat y Barcelona, la necesidad de poner fin al caos provocado por el Tsunami Democràtic y los CDR, y alejarse de las informaciones sobre tramas financieras e internacionales que pueden hacer bajar el apoyo al independentismo  otros tres o cuatro puntos en la próxima encuesta del CEO.

Del lado bueno

Tiene el apoyo de Junqueras. Como historiador, el líder de ERC sabe que, por lo general, cuando han asomado las orejas del lobo en España, la izquierda nacionalista catalana ha estado del lado bueno de la historia. Del de quienes defendían una España democrática, plural, contraria a los vientos fascistas que recorrían la Europa de la primera mitad del siglo XX. Lluís Companys es el paradigma de esta actitud.

Cuando las tropas de Juan Yagüe oteaban el Llobregat, Juan Negrín, que siempre lo había ninguneado, le pidió que hiciera un discurso patriótico dirigido a los catalanes. Era el 20 de enero de 1939 y Companys radió su último discurso tres días antes de empezar la retirada. Pidió darlo todo, «en dolor y en sangre, en defensa de nuestra querida tierra». No sirvió de nada porque ya era tarde, pero lo hizo.

Salvando las distancias, que son siderales, un dilema parecido tiene ahora Junqueras: apoyar el acuerdo PSOE-Podemos o abrir la puerta a otra repetición electoral que podría llevar a la derecha a cruzar el Llobregat.