Ante el congreso de ERC

Ganemos el futuro

"Tenemos la oportunidad de sumar fuerzas en torno a la candidatura que hemos construido con Pere Aragonès y Marta Vilalta"

Artículo de opinión. Ilustración de Leonard Beard.

Artículo de opinión. Ilustración de Leonard Beard. / LEONARD BEARD

Oriol Junqueras / Marta Rovira / Raül Romeva / Joan Tardà

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Hoy el independentismo es el único movimiento que cuestiona un statu quo que ha ido involucionando progresivamente. Los más feroces detractores de la Constitución son hoy sus más  exaltados entusiastas. Ellos lo llaman patriotismo constitucional, un tipo de nacionalismo de Estado que ha arrastrado a buena parte de la izquierda española.

El republicanismo catalán ha sostenido la llama de la república durante años, a menudo en solitario, a menudo desde una cierta marginalidad. Porque convivíamos con una mayoría política, tanto en Catalunya como en España, que ha vivido cómodamente instalada en un autonomismo ineficiente, agotado y en regresión.

En el congreso de ERC tenemos la oportunidad de sumar fuerzas en torno a la candidatura que hemos construido con Pere Aragonès y Marta Vilalta

El régimen que se ha asentado sobre la restauración borbónica del 78 nos ha situado en un callejón sin salida. Y el 1 de octubre a través de la respuesta popular fue la máxima expresión para superarlo. Anteriormente, precisamente la voluntad de buscar una salida dentro del actual marco de derechos y libertades, liderada por Pasqual Maragall y con el impulso de ERC y de todos aquellos que ya entonces éramos republicanos, fue la que evidenció no ya las estrecheces de la autonomía sino su regresión. La recentralización aznarista, secundada por una izquierda española rehén de este supuesto patriotismo constitucional o nacionalismo de Estado, impulsó una contrarreforma a aquella reforma del Estatut.

Nos sentimos inmensamente orgullosos de la determinación y civismo que demostraron los ciudadanos ante la violencia policial que ordenó el Gobierno español el primero de octubre. Ese día vimos y vivimos lo mejor y lo peor de la condición humana.

Y son este civismo y esta determinación las que tenemos la obligación de hacer prevalecer, democráticamente, frente a aquellos que quisieron detener las urnas a porrazos. El 1 de octubre es un capital político de todo el que ama la libertad, como la movilización del 3 de octubre, la más transversal y vehemente que ha vivido la sociedad catalana en defensa de los derechos y libertades, de la democracia, de las urnas.

La fuerza de la razón solo puede prosperar por encima de la razón de la fuerza si tiene detrás una ingente mayoría

A menudo no es suficiente tener la razón. La formidable alianza conservadora que se alza contra los anhelos mayoritarios de la sociedad catalana dibuja un muro de hormigón. Y están dispuestos a perpetrar todo lo necesario para evitar no ya la república catalana sino un referéndum. Nuestro, pues, no es un problema de voluntad sino de fuerza. La fuerza de la razón solo puede prosperar por encima de la razón de la fuerza si detrás tiene una ingente mayoría que la pueda sostener.

Y lo tenemos claro. Nuestra fuerza radica en la cohesión del país y se debe asentar sobre una mayoría social en todo el territorio. Y a la vez debe fundamentarse en la capacidad de vertebrar una sólida mayoría política en todos los barrios, pueblos y ciudades. Cuanto más amplia y más diversidad aglutine, más consistente e imparable será el proyecto de la república. Y cuanto más cohesionada esté ERC, más podremos avanzar. Por eso, es tan importante que en las próximas semanas y en el marco del congreso nacional, el conjunto de los miembros del partido sepamos encarar un debate rico, intenso y muy participado que nos lleve a tomar las decisiones más acertadas y que nos permita reforzar esta herramienta que es ERC para ponerla al servicio del nuevo país. Ahora tenemos la oportunidad sumando fuerzas en torno a la candidatura que hemos construido conjuntamente con Pere Aragonès y Marta Vilalta.

El reto de ERC radica en ganar la confianza de cientos de miles de ciudadanos que aún hoy perciben distante la república catalana. Todos los compatriotas que no se sienten interpelados por el nuevo país que queremos construir deben saber que lo queremos hacer con todos y para todos. Es una empresa titánica que pide todo nuestro compromiso, que pide alargar la mano una y otra vez a nuestros conciudadanos y a las fuerzas políticas democráticas que merecen su confianza y su voto.

El futuro, la victoria, pasa por desarmar de razones a los representantes políticos que, en el fondo, impiden también a los compatriotas no independentistas lograr un futuro mejor para sus hijos e hijas. Y esto lo hacen cada día, negando la posibilidad de que votemos para decidir. Y desde hace muchos años, tomando decisiones económicas y políticas de manera sistemática que perjudican al conjunto de una sociedad que con su esfuerzo genera una riqueza que no ve redistribuida en progreso para todos.

El muro de hormigón, la alianza conservadora, solo cederá si somos capaces de hacer que todos se den cuenta de que precisamente lo queremos hacer caer porque detrás está la libertad. Porque, sobre todo, detrás está la inequívoca voluntad de dar respuesta a las demandas de una sociedad que se ha ganado el derecho a ser y que se merece un futuro republicano socialmente más justo para todas y todos.