IDEAS

Tarantino, el último purista

Brad Pitt y Leonardo DiCaprio en 'Érase una vez... en Hollywood' de Quentin Tarantino.

Brad Pitt y Leonardo DiCaprio en 'Érase una vez... en Hollywood' de Quentin Tarantino. / periodico

Desirée de Fez

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¿Es Quentin Tarantino el último purista? Igual no, pero es uno de ellos. Hay un millón de maneras de acercarse a 'Érase una vez en… Hollywood' porque es una obra inmensa, y de aquí a su estreno espero hacerlo desde unas cuantas. Pero hoy quiero centrarme en algo que tiene que ver con una de las cosas que más veces he planteado en estas columnas: mi preocupación por la dejadez de una parte importante de las películas que se hacen en la actualidad. De golpe, te sientas en el cine y Quentin Tarantino te ofrece un revulsivo esplendoroso al descuido de los tiempos. El grado de perfección y exquisitez al que llega el cineasta en sus películas no es, por supuesto, novedad. Pero han pasado cuatro años desde 'Los odiosos ocho'(2015), su anterior película, y en ese tiempo el descuido formal del cine ha ido en aumento: efectos visuales de garrafón, acabados pésimos, sensación de teatrillo… Claro que hay excepciones. Pero es innegable que, sobre todo en el cine comercial, vivimos en la era de las prisas. Prisas por hacer las películas, prisas por llegar a la fecha de estreno programada, prisas por inflar el catálogo de las plataformas… Y las prisas no suelen ser amigas de la meticulosidad. Por eso, en un momento en el que nos hemos acostumbrado al descuido, ¡hasta se lo perdonamos a cineastas que tiempo atrás no lo tocaban ni con un palo!, una película como 'Érase una vez en… Hollywood' se revela una rareza.

Como fan de Tarantino, cada vez que voy al cine a ver su nueva película sé que me sorprenderá de mil maneras. Pero nunca sospeché que la minuciosidad que hay en ella iba a resultarme, a estas alturas, así de exótica. Da igual si te sabes de memoria sus películas. El nivel de cuidado y detalle de 'Érase una vez en… Hollywood', donde nada está ahí porque sí (o porque era lo que tenían más a mano) y en la que todo contribuye al compromiso del director con el relato y las imágenes, es una bendita anomalía en 2019. Una película así compensa la cantidad de películas de estreno destartaladas y desastradas que has visto últimamente,  y seguro que son unas cuantas.