ANÁLISIS

Diputación de Barcelona: pocas ideas, muchas sillas

Los reproches de ERC a JxCat por no pactar un gobierno independentista exponen con crudeza la división y el enfrentamiento de estos partidos

Fachada de la sede de la Diputación de Barcelona

Fachada de la sede de la Diputación de Barcelona / JOSEP GARCIA

Eulàlia Vintró

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No deja de resultar incomprensible que una institución como las diputaciones, especialmente la de Barcelona, destinadas por todos los partidos a la desaparición desde las primeras elecciones municipales, se esté convirtiendo en el escaparate más escandaloso de las desavenencias entre ERC y JxCat.

No era ningún secreto que el independentismo llevaba tiempo dividido y que las legítimas aspiraciones de sus dos grandes partidos para hacerse con la hegemonía no solo no debilitaban las diferencias sino que las incrementaban y las hacían más evidentes para todos.

Desde la desaparición de CiU y la confusión de siglas que tratan de mantener la herencia pujolista con éxito decreciente, ERC ha logrado la primacía entre los votantes de las últimas contiendas electorales, con la excepción de la candidatura europea. Este cambio en el liderazgo ha provocado un alud de consecuencias que no se acabarán de ver hasta después de la sentencia del 'procés' y de las elecciones autonómicas que deberán convocarse.

Notable galimatías

Entre estas consecuencias podríamos destacar la imposibilidad, forzada por ERC, de presentar listas conjuntas en todas las elecciones, la adopción de decisiones diferentes en materias legislativas en el Govern de la Generalitat o en pactos para la investidura de Pedro Sánchez, la firma de acuerdos de gobierno en municipios o en diputaciones con socialistas y comunes, dejando en la oposición bien a ERC bien a JxCat al margen de cuál fuera la fuerza más votada. En resumen, un notable galimatías de difícil seguimiento por parte de la ciudadanía y que los protagonistas de ambas formaciones no han dudado en calificar como el punto más bajo de su relación. Tampoco las entidades sociales que apoyan la independencia, Òmnium y ANC, están en su mejor momento de compenetración.

La disputa por la presidencia de la Diputación de Barcelona ha hecho saltar todas las alarmas y evidencia que, lejos de dar cumplimiento a propuestas electorales y al propio Estatut de Catalunya, los partidos ganadores, o con un número suficiente de diputados para ser imprescindibles, aspiran a presidir la institución, a formar parte de su gobierno y a disfrutar de los recursos económicos y de personal que la Diputación asigna a sus organismos rectores, así como distribuir sus presupuestos en función de las afinidades partidistas.

Sillas y dinero

PSC y ERC han empatado a 16 concejales, con más votos el primero; JxCat tiene siete y los comunes, cinco; Cs suma cuatro diputados; PP, dos y la formación nueva de Terrassa, una. La mayoría absoluta implica 26 diputados. El acuerdo actual entre PSC y JxCat da la presidencia a Núria Marín, del PSC; en segunda vuelta, ya que los comunes querrían, de nuevo, un gobierno de izquierdas tripartito y no piensan apoyar a JxCat.

Los reproches de ERC a JxCat por no pactar un gobierno independentista exponen con crudeza la división y el enfrentamiento, que no parece tener solución a pesar de las ofertas de última hora que aún enredan más la madeja. No se trata de ideas ni de contenidos. La polémica obedece a sillas y dinero. ¡Qué vergüenza!