Dos miradas

El monopolio de la palabra

Monopolizar la palabra permite mantener el poder, acallar cualquier otro discurso (también el social) y despreciar al adversario con nueva gramática. El PSC ha pasado de ser el tradicional 'botifler' a "opresor"

Carles Puigdemont recibe el aplauso de los asistentes al congreso de la Crida tras su discurso en la clausura del congreso constituyente.

Carles Puigdemont recibe el aplauso de los asistentes al congreso de la Crida tras su discurso en la clausura del congreso constituyente. / JORDI COTRINA

Emma Riverola

Emma Riverola

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Hablemos claro, ese referéndum de autodeterminación que el procesismo exige y que sabe que es inaceptable para el Estado, es solo la excusa para seguir secuestrando el debate político. Monopolizar la palabra permite mantener el poder, acallar cualquier otro discurso (también el social) y despreciar al adversario con nueva gramática. El PSC ha pasado de ser el tradicional ‘botifler’ a “opresor”. Porque, claro, declarar la independencia de forma unilateral con la mitad de la población en contra es una muestra exquisita de buen rollo. La palabra, ese es el objetivo. Por eso tanta Crida y tantos consejos creados y después olvidados. Por eso tango gesto, tanta amenaza, tantos ultimátums y tanta payasada. La necesidad del titular.

Pedro Sánchez cerró las jornadas del Cercle d’Economia y no dedicó ni un minuto a hablar del conflicto. Ese silencio ha sido armamento pesado. El mensaje está claro, y expresado frente al poder económico. Si el único marco de diálogo es el del monopolio independentista, no hay nada que ganar. Eso ya lo sabe la mitad de la ciudadanía catalana, lleva años excluida del debate.