Al contrataque
Cultura y filosofía en danza
El interés familiar por la cultura puede compensar los efectos de las desigualdades
Carles Francino
Periodista
Carles Francino
He invitado a Manuel Cruz para que en cuanto pueda se asome a 'La Ventana' de la filosofía, un espacio radiofónico que ya frecuentó antes de pasarse al lado oscuro. Recuerdo su carcajada cuando le afeé -cariñosamente- su “traición” y utilicé ese elemento de la Guerra de las Galaxias para simbolizar el cartel tan negativo que exhibe hoy la política. “¿Igual que Darth Vader? Hombre, tanto no”. Y recuerdo también alguna de sus reflexiones sobre el escepticismo como vacuna ante la sarta de embustes que nos intentan colar; y el consejo de que no apelemos tanto al sentido común, que -en su opinión- está sobrevalorado.
Yo creo que un filósofo en política puede ser visto como un pulpo en un garaje, pero también como un soplo de aire fresco un filósofo en política puede ser visto como un pulpo en un garaje, pero también como un soplo de aire frescoen mitad de un paisaje gris y una tropa cada vez más adocenada y previsible. Tengo esperanzas. Porque además estos días he recibido la enésima confirmación del valor social que puede aportar la cultura. Un estudio de las universidades de Zaragoza y La Rioja revela cómo una trama cultural potente dentro de la estructura familiar puede restañar los efectos perversos de la desigualdad económica. Si como dijo Einstein “educar con el ejemplo no es una manera de educar, es la única”, unos padres, unos hermanos... que naden entre libros, teatro, arte, música o danza van a modelar -seguro- personas más creativas y más libres. No es un dato menor ahora que sabemos que la universidad como ascensor social ha gripado: ocho de cada diez estudiantes son hijos de padres -y madres- con estudios universitarios; solo dos provienen de capas menos pudientes académicamente.
Demostrar, con datos, que la cultura puede aportar también un valor añadido en clave de igualdad me parece un descubrimiento notable. Sobre todo porque el mismo día que el profesor David Pac -uno de los investigadores- lo desvelaba desde Zaragoza, un chaval de Lugo, Samuel López, se nos aparecía como ejemplo práctico de la teoría. Samuel estudia bachillerato, pero su pasión es la danza clásica y acaba de pasar las pruebas para acceder a la English National Ballet School, una de las más prestigiosas del mundo. Su madre es administrativa, su padre camionero... pero él nos contó cómo desde pequeño le hicieron mamar cultura por los cuatro costados hasta que un día acudió a un espectáculo de danza y les dijo: “Yo quiero hacer lo que hacen estos tíos”. Y ahí está.
Su historia no es la de un Billy Elliot sino la de una familia con esa trama cultural que permite pasar por encima de muchas dificultades. Alguien se preguntará: “¿Y la pasta; quién paga la entrada para esa escuela tan pija?”. Son más de 20.000 euracos... Respuesta: el Gobierno británico, a través de una beca. Se han vuelto un poco locos con todo lo del 'brexit', pero en algunas cosas aún nos llevan ventaja. 'God save the culture!... and philosophy'.
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