el legado de un entrenador

Nosotros, los guardiolistas

Este año además de ratificar a Pep como el mejor preparador del mundo hay muchas probabilidades de que se confirme al actual Barça en la cabecera del fútbol del planeta

Guardiola observa el juego durante el Tottenham-Manchester City de la Champions.

Guardiola observa el juego durante el Tottenham-Manchester City de la Champions. / periodico

Antonio Bigatá

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Muchos utilizan la palabra fracaso para la aventura de este año del City en la Champions. Soy partidario de relativizarla salvo que se considere que en un juego como el fútbol puede llegar a existir la obligación absoluta de ganar. Guardiola evidentemente no ha conseguido un éxito en esta competición, pero pese a que cometió errores en la eliminatoria contra el Tottenham mereció superarla. Su equipo tuvo sobre todo mala suerte. Pero lo que está haciendo con el City --al igual que lo que hizo con el Barça y el Bayern-- le acreditan como el técnico más intuitivo, acertado y decisivo del fútbol mundial en los últimos años. Ni siquiera en broma es un fracasado, y su muy probable nueva victoria en la Premier, tras cepillarse esta semana al United, lo corroborará.

Los guardiolistas sabemos que ha tenido a su alcance medios y jugadores que no han estado al alcance de otros preparadores, pero no es Mourinho y no los ha desperdiciado. Disponiendo del milagroso Messi y de un once fantástico en Barcelona, primero, y de recursos casi infinitos después, ha sabido utilizar conocimientos -adquiridos especialmente de la escuela de Cruyff- y crear a partir de ellos desarrollos propios. Quien niegue su influencia

decisiva en la gran transformación positiva de la Premier está ciego. Quien no reconozca su capacidad de ensamblar jugadores heterogéneos, de urdir planteamientos tácticos que potencien a los suyos y descoordinen a los rivales, no sabe de esto. Quien no valore que sabe motivar psicológicamente no solo a sus futbolistas sino asimismo al conjunto del club para el que trabaja, simplemente se equivoca.

Acierto en el momento decisivo

A pesar de lo anterior es verdad que le ha faltado acierto en el momento decisivo de esta Champions. Leyó mal, con conservadurismo excesivo y sin apostar realmente por ganar, el partido de ida contra el Tottenham. Tal vez le desbordó una plantilla propia paradójicamente excesiva que le condujo a decisiones equivocadas al decidir las alineaciones. Encima le surgieron contratiempos propios de la imprevisibilidad del deporte. Impecables todo el año, como Laporte, fallaron con los pies en jugadas decisivas. Bernardo Silva, monumental toda la temporada, perdió puntualmente el talento y no supo imponer su movilidad estratégica en un momento en que estaba sin fuelle ni gracia el Silva español.

Pep desconfió -ignoro el por qué-- de utilizar la baza casi siempre ganadora de Sané y apostó exclusivamente por Sterling para desbordar, mientras al Kun, que desperdició un penalti, le ayudaron poco en la demolición por verticalidad los quizás ese día excesivos en número centrocampistas de alta calidad (De Bruyne y Gundogan, además de los dos ya citados, no hallaron espacio para desenvolverse sin estorbarse). Se le diluyó el mando del juego y no estaba Fernandinho para subsanarlo...

El análisis

Aunque estuvo a la altura Walker no le funcionó el otro lateral, Mendy, poco acoplado a los automatismos del equipo por su larga lesión. Le pasaron simultáneamente mil cosas adversas a Pep que le dieron una oportunidad al esquema de Pochettino. Esto en fútbol a veces pasa y son contratiempos no un fracaso. En los últimos tres años un Madrid inferior en juego ha tenido los contratiempos a favor y la víctima en Europa ha sido el Barça, pero lo nuestro

tampoco ha sido en absoluto un fracaso. Hay que saber esperar y seguir, pero no debemos autoengañarnos al efectuar los análisis porque en ese caso nunca conseguiremos trabajar mejor para conseguir los mejores objetivos. En todo caso los guardiolistas tenemos un problema: en nuestra propia retaguardia hay gente que carece de serenidad.

La nostalgia daña nuestras propias filas. Hay guardiolistas que padecen la enfermedad psicológica de minusvalorar al Barça, supuestamente impuro, para resaltar mejor los valores de ese City que ahora les enamora. Es muy injusto. El Barça de Valverde es inmenso. Sabe ganar luchando y consigue muchos momentos de nivel cualitativo buenísimos. Quienes le miran queriendo que les guste poco, esforzándose para encontrarle defectos o imperfecciones, están suicidando muchas ilusiones. Cada equipo debe afrontar cada partido lo que se le pone realmente por delante. Las ensoñaciones sobre el pasado olvidan los momentos vulgaresque también hubo en la gloria pasada. El guardiolismo utópico que no valora el presente del Barça para ensalzar mejor a su mitificación de Guardiola daña tanto como el florentinato y se ha convertido en un problema. Y en un error. Porque este año además de ratificar a Pep como el mejor preparador del mundo hay muchas probabilidades de que se confirme al actual Barça en la cabecera del fútbol del planeta, y eso no merece las divisiones mezquinas que hay en Barcelona.