Movilidad urbana

Cabify y la libertad de poder elegir

No pudo negar que después de dos huelgas tan salvajes mis relaciones con el taxista han sufrido un cierto distanciamiento

Un vehículo VTC circula por plaza de Catalunya de Barcelona.

Un vehículo VTC circula por plaza de Catalunya de Barcelona. / periodico

Josep Maria Pou

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Vuelve Cabify a las calles de Barcelona y yo me alegro infinito. Primero, porque supone recuperar parte de mi libertad (la libertad de elegir) que algunos han querido negarme; y, segundo, porque marca la vuelta a una normalidad deseada y el fin de un período en el que Barcelona se ha distinguido como espacio anormal en lo que al transporte urbano se refiere. Algún día volverá Uber (y también otras empresas, ¿porqué no?)  y entonces la normalidad será completa.

Hablo desde el conocimiento y el derecho que me otorgan ser usuario habitual del taxi desde hace muchos, muchísimos años (toda una vida, prácticamente, a razón de cuatro, cinco y hasta más viajes diarios), y desde el disgusto causado por las dos últimas huelgas que complicaron gravemente mi quehacer habitual y en las que los profesionales del taxi menospreciaron mi condición de usuario fiel (como la de tantos otros) pasando olímpicamente de cualquier consideración y respeto.

La Autoritat Catalana de la Competència y algún otro organismo con poder para ello han venido a calificar de incompetentes a los responsables del decreto (acuerdo en falso) que puso fin a la última huelga. Es evidente que el problema sigue sin solución y que ahora estamos todos en un tenso compás de espera que puede prolongarse meses, sino años.

Mientras tanto yo seguiré cubriendo mis necesidades de desplazamiento echando mano, según me convenga, del taxi convencional y de los llamados VTC (Cabify, al menos, desde ahora mismo). No pudo negar que después de dos huelgas tan salvajes mis relaciones con el taxista han sufrido un cierto distanciamiento, la empatía ya no es la misma y la herida abierta no cierra fácilmente, aunque intentamos, eso sí, ambos a la vez, trayecto a trayecto, ir limando asperezas.

Y pienso que esos 15 minutos de espera a los que me obliga el decreto en vigor, caso de contratar un VTC, los aprovecharé para desconectar, relajarme, y practicar el noble ejercicio de la paciencia, lo cual redundará, claro está, en beneficio de mi salud. Eso de bueno que tiene Cabify.