LA CLAVE
El país no es suyo
La Generalitat y el Parlament cerrados, la Seat a pleno rendimiento. El fracaso de la "huelga general", apuntalada en sabotajes e intimidaciones, debería hacer reflexionar a la dirigencia independentista
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Las dos almas del independentismo popular han vuelto a tomar las calles catalanas en la última semana. El pasado sábado el alma civilizada, ampliamente mayoritaria en el soberanismo, demostró de nuevo su notable poder de convocatoria en la marcha contra el juicio del 'procés', tan pacífica como las precedentes. Pero este jueves ha sido el alma insurreccional la que, embozada en pasamontañas, se ha intentado adueñar del país mediante un simulacro de huelga general más apuntalado en los sabotajes, las algaradas y la coacción que en el voluntario absentismo laboral de los trabajadores.
Convocada por la Intersindical CSC, minoritario sindicato encabezado por un exterrorista de Terra Lliure condenado por asesinato, la huelga cosechó un seguimiento amplio en las universidades, residual en el sector privado y modesto en la administración pública, pese a que se asemejaba a un paro patronal al haber sido secundado por el propio Govern. Mientras el poder político promovía la huelga, los Mossos, siguiendo sus órdenes, se enfrentaban a los piquetes que trataban de imponerla por la fuerza. Toda una metáfora del estrabismo estratégico que aqueja al independentismo.
Neumáticos ardiendo en las autopistas, vías de tren ocupadas, calles cortadas, intimidaciones a los comerciantes para que bajasen la persiana contra su voluntad, enfrentamientos con la policía, detenidos, heridos... La imagen cívica y festiva que el soberanismo proyectó durante tantos años se está yendo por el desagüe a causa del empoderamiento de los Comitès de Defensa de la República (CDR), que dan cobijo a los individuos más exaltados y proclives a la violencia, jaleados tácita o explícitamente ("Apretáis, y hacéis bien", Quim Torra 'dixit') por la dirigencia secesionista.
DOS ESTAMPAS
Dos estampas elocuentes ilustran la realidad que vive Catalunya: el hemiciclo del Parlament y los despachos de la Generalitat vacíos y la factoría de la Seat, a pleno rendimiento. Tanto quienes pretenden imponer su proyecto rupturista a la mitad de Catalunya como los que abogan por "ensanchar la base" del independentismo deberían entender que el país no es suyo.
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