Opinión | Editorial

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Macron, cercado por los 'chalecos amarillos'

La protesta está cargada de motivos, pero si se convierte en un serio problema de orden público vería deslegitimadas sus reivindicaciones

Emmanuel Macron pasa cerca de una motocicleta incendiada en los disturbios de ayer.

Emmanuel Macron pasa cerca de una motocicleta incendiada en los disturbios de ayer. / periodico

Los signos de agotamiento de la política tradicional que han crecido de forma constante durante la última década a consecuencia de la crisis económica están alcanzado su cénit. En Francia, el movimiento de los ‘chalecos amarillos’ acorrala a un Gobierno y a un presidente de grandes y necesarias visiones sobre Europa, pero desarmado para dar respuesta a las necesidades perentorias de sus conciudadanos. Es un movimiento sin líderes, sin ideología y sin un programa. Nacido como protesta contra la subida del precio de los carburantes hace escasamente unas semanas, los ‘chalecos amarillos’ piden hoy la dimisión del Ejecutivo y han relegado al presidente Emmanuel Macron a un bajísimo nivel de popularidad.

El carácter inédito del movimiento deja al poder sin capacidad ya sea para hacerle frente o para dialogar. Ni los partidos ni los sindicatos están en condiciones de intermediar con una marea en la que se encuentran todos los agraviados del país. El éxito del movimiento reside en que la mayoría de la ciudadanía tiene sobrados motivos para sentirse perjudicado, para sentirse injustamente tratado, y puede manifestar este profundo malestar sin necesidad de ondear una bandera ideológica. Sin embargo, el estado de protesta permanente tampoco soluciona nada. La ultraderecha y la ultraizquierda ya han intentado hacer suyo el movimiento que puede acabar derivando hacia un serio problema de orden público, como ya se vio el pasado sábado, algo que deslegitimaría sus reivindicaciones.