Dos miradas

El desapego

No podremos olvidar, y no debemos hacerlo. ¿Perdonar? Siempre, en la medida en que no se repitan las ofensas y los golpes, que no se propague el odio como bandera

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Josep Maria Fonalleras

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La conmemoración del domingo que cambió nuestras vidas nos ha ofrecido unos lemas que nos invitan a la reflexión. Fue el día, como dijo el profesor Pep Nadal, en el reportaje 'Marcats per l'1 d'octubre''Marcats per l'1 d'octubre', en el que perdimos la inocencia. Una ingenuidad que se fundamentaba en la posibilidad de vivir una existencia política compartida con España, abandonada hace años por muchos pero que todavía estaba en la mente de quien, consciente de la diferencia catalana, pensaba sin embargo en una especie de acuerdo, un pacto de convivencia. El 1-O significó, entre otras muchas cosas, el arrinconamiento definitivo de esta idea, por lo menos en el imaginario de todos los que lo vivieron como una afrenta intolerable por parte del Estado.

"Aquí votamos, aquí ganamos", uno de los carteles que se han visto allí donde hubo colegios abiertos, refleja el concepto. Votar, el solo hecho de haber llegado a superar tantos obstáculos y poder ejercer un derecho tan elemental, ya fue una victoria, un triunfo que sirvió, sobre todo, para certificar el desapego, tanto en el sentido que tiene de alejamiento como, en catalán, de superación de una empresa dificultosa.

"1 de octubre: Ni olvido ni perdón" ha sido otro grito de la efeméride. Olvidar, no podremos olvidar, y no debemos hacerlo. ¿Perdonar? Siempre. En la medida en que no se repitan las ofensas y los golpes, que no se celebren como hitos históricos las cargas policiales, que no se propague el odio como bandera.