EL SINSENTIDO DE SUS MAGESTADES DE ORIENTE
Detrás de la magia
Quizá podemos explicar la leyenda de los Reyes y ver cabalgatas sin mentir ni despilfarrar
Liliana Arroyo
Doctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE
LILIANA ARROYO
Algo me chirría paseando por la ciudad el día 6 al anochecer. De repente solo veo contenedores rebosantes de papel de regalo. Me vienen recuerdos de infancia, imágenes de cabalgatascabalgatas, caritas ilusionadas y mañanas de envoltorios rasgados, pilas nuevas, montones de plásticos y cajas abiertas. Me doy cuenta del sinsentido que la magia y la ilusión, elementos tan intangibles y memorables como estos, cristalicen en cúmulos de juguetes que después casi no sabremos dónde guardar.
Las cifras dicen que los niños pueden recibir unos ocho juguetesocho juguetes y que el gasto medio por criatura supera los 140 euros. He visto peques que ante una fila interminable de regalos se aficionan a romper el papel sin mirar qué hay dentro, o que se cansan de abrir paquetes cuando solo llevan la mitad. Y para colmo, después de la inversión, te giras y te das cuenta que lo que más les entretiene es la etiqueta del peluche o un cordón de zapato. Miras al techo preguntando por qué y la respuesta es que la diversiónno es proporcional ni al precio ni a la cantidad. ¿Sorprendente? Para nada.
La diversión no es proporcional ni al precio ni a la cantidad. ¿Sorprendente? Para nada
Aprender a dosificar
Lo que es seguro es que les enseñamos que su comportamiento tiene una traducción directa en quilos de regalo. Tan buena eres, mira todo lo que te han traído. Y si les compramos la lista al completo, la moraleja es que pidan lo que pidan, lo van a tener. Será muy diferente recibir ocho juguetes si han pedido 12 y en función de cómo se gestione esa abundancia. Podemos aprender a dosificar, a guardar para más adelante y apreciar cada elemento aunque tengamos la habitación llena.
Aún hay algo que me inquieta tanto o más que la vertiente consumista, y es que al final, hay tres hombres desconocidos que vienen de Oriente (dicho así, Oriente en general) que son omnipresentes. Controlan todo lo que hacemos y además de magos, son jueces porque deciden qué nos merecemos. O sea, una introducción amable a la cultura del miedo y el control.
Conociendo los beneficios del refuerzo positivo, me parece que el argumento de la punición para motivar la obediencia está desfasado. Pedagógicamente al menos. Y ya la guinda es esa complicidad tan bonita entre los que saben quién son los reyes y los que no. La magia se vuelve agridulce cuando justifica un gran engaño en pro de la ilusión. Especialmente porque luego nos hartamos de repetirles que mentir está mal y no se debe hacer.
Ni mentiras ni despilfarro
Quizá podemos explicar igual la leyenda de los Reyes, ver cabalgatas mágicas y comer roscón sin necesidad de mentir ni despilfarrar. Contemos también que la historia es tan antigua como el catolicismo y que no está claro si eran tres, doce, Reyes o sacerdotes, y que quizá seguían la estrella porque eran astrólogos y no magos. Leamos que solo visitan algunas casas del mundo y que en muchas no van tan cargados. De hecho, hasta el siglo XIX no empieza la tradición de los regalos, con caballitos de cartón y muñecas de trapo. Ah, y cuando bajemos al contenedor a reciclar el papel, pensemos qué pediremos el año que viene para que la Tierra también esté contenta.
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