NOCHE MÁGICA

Una cabalgata en pleno 'verierno'

zentauroepp41484588 cabalgata180105192749

zentauroepp41484588 cabalgata180105192749 / periodico

Carles Cols

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tras el veroño, el verierno, el inesperado enero de manga corta, o sea, condiciones óptimas para una cabalgata de Reyes de máxima expectación en las aceras. Hay otras, cierto. Las hay incluso con 'drag queens'. En Vallecas. Cómo son. Esas, pero, tal vez llenan más los titulares que las calles. La que aquí se relata es la de Barcelona, mayúscula como pocas. Reacia a las excentricidades, de acuerdo, pero con una puesta en escena digna de los viejos musicales de Busby Berkeley. Más de 1.200 figurantes en el desfile, que se dice pronto, tres reyes con oficio, de los que luego merecerá la pena contar un par de cotilleos, y una docena de carrozas. Vamos, un show de los que no se olvidan. Los adolescentes de cada casa puede que ya no vayan a la cabalgata, pero caray si la recuerdan.

A lo mejor hay que leer entre líneas a Melchor: "No nos damos cuenta de la suerte que tenemos de vivir en libertad"

A los tres magos (palabra que se presta a confusión, porque Mateo, en su evangelio, pretendía subrayar que eran sabios en ciencias, no merlines) hay que agradecerles, lo primero, la puntualidad. A las cuatro en punto han puesto pie en tierras de Barcelona. El ritual, el de siempre. Nada de parapentes o de llegar a montados sobre un hoverboard o un bicing. Han llegado en pailebote. Les ha recibido la alcaldesa, a pie de pasarela. Aunque los cambios en el protocolo de los Reyes de Oriente han sido escasísimos a lo largo de las décadas, no está de más subrayar que por fortuna quedaron atrás aquellos años no tan lejanos en que la comitiva, antes de dar comienzo a la cabalgata, realizaba una pequeña recepción en el edificio de la autoridad portuaria para que los hijos de los concejales se pudieran emocionar más que los del vulgo. Aquello dejó de hacerse poco antes de que muriera Berlanga. Sintomático.

Total, por retomar el hilo, que Colau les ha recibido con el pan y la sal que exige la ocasión y ha hecho una breve intervención para dar fe de que los niños de la ciudad han sido buenos y que el equipo de gobierno, si no lo ha sido, no ha sido por falta de voluntad, sino de pericia. Ha sido algo a caballo de un errare humanum est y un acto de contricción. El caso es que ha cedido la palabra, después, a Melchor. ¡Menuda presencia! ¡Qué dicción! ¡Y qué teatralidad en recoger cartas y encender como bombillas de ilusión la cara de los niños! Esto no se logra con unas clases de Stanislavski. Esto en escena lo hacen, no sé, Josep Maria Pou y pocos más.

Ha dicho, además, un par de cosas bien sensatas. Si alguien esperaba de él amarillismo, la espera ha sido en vano. Ha recordado que hay demasiados niños en el mundo sin juguetes, en países en guerra, que no pueden ir a la escuela, que ni siquiera tienen garantizado tener agua potable para beber. “No nos damos cuenta de la suerte que tenemos de vivir en libertad”. A lo mejor es buscarle tres pies al gato, pero pareció un discurso muy medido.

Carta en mano

A su lado, asentía, como hacen las tenientes de alcalde cuando habla Colau, Gaspar, y al otro lado, otro de los pilares de la cabalgata de Barcelona, Baltasar. Es un caso digno de punto y aparte.

Se supone que el reinado más largo de la historia de España fue el de Felipe V, a quien el apodo de El Animoso se lo pusieron con mala baba, porque era un compendio de enfemedades mentales de aúpa, y que se sentó en el trono durante 45 años. Pues bien, el Baltasar que cada año visita Barcelona no ha cambiado de fisonomía en 58. A ver qué borbón supera esto.

Los borbones creen que ostentan la plusmarca de reinado más largo con Felipe V. No conocen al Baltasar barcelonés

El primer contacto de los reyes magos con los niños en el muelle no es, estrictamente, la cabalgata, pero es un momento entrañable. Emocionante también para no pocos padres. Se entregan las cartas en mano al mismísimo rey, no a un paje, como sucederá después en el desfile. En Sant Jordi, hay gente que hace cola para que un autor les firme un libro con idéntica devoción, y no es lo mismo. Una vez, el escritor Arthur Koestler dijo no entender por qué hay gente quieres conocer al autor de la novela. Él, decía, cuando comía fuá no sentía ganas de conocer a la oca. La fascinación infantil por los los reyes magos, visto así, habrá que aceptar que es más justificada, y eso que los mimbres con los que se ha construido este relato son bien extraños.

El de Mateo, el único evangelio que les menciona, no dice ni sus nombres ni que sean tres. Eso se deduce atrevidamente del número de regalos, lo cual es muy atrevido, porque no deberían ser una pista, ni para esto ni para que lo que se pretendiera fuera que 2.000 años después los niños de cada casa se despertaran con paquetes con juguetes en el salón. La mirra, el tercero, era un producto que se empleaba para embalsamar muertos. Queda todo dicho.

Uno de cada 10 dentistas recomienda con entusiasmo acudir a la cabalgata de Barcelona

Fue el papa León I quien afirmó que eran tres, Era ya el siglo V. Hacia el año 700, les pusieron nombre. Y en un birlibirloque tan típico de las veneraciones cristianas, en el 1.162 aparecieron las reliquias de los tres magos, que se guardan celosamente en la Catedral de Colonia. La guinda de la leyenda vino después, en 1306. Hacia un lustro que había pasado el cometa Halley y la emoción por su presencia no había menguado. Giotto lo incorporó al cuento.

La cuestión es que el relato, un milhojas de historias, sustentado sobre una base inicial de las saturnalias romanas, ha llegado hasta nuestos días y este atardecer del 5 de enero del 2018 ha reunido en las calles de Barcelona a decenas de miles de familias (600.000 personas, según la Guardia Urbana), entregadas a la contemplación de un espectáculo mayúsculo y a la recolección de siete toneladas de caramelos. Sí, siete. Había nueve dentistas de cada 10 que recomendaban los chicles sin azúcar. El décimo celebra la Cabalgata de Reyes como el mejor de los regalos.