El dictamen de Colau
Los 'comuns' niegan que el 1-O sea un referéndum, pero lo consideran una movilización "legítima", y dan apoyo a la jornada
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
El proceso soberanista que irrumpió en el 2010 ha cambiado el mapa político catalán sobre todo por la fuerte polarización que ha traído consigo. En general, los partidos del sí rotundo a la independencia (Esquerra y la CUP) han mejorado posiciones; los del 'no', también rotundo, al derecho a decidir se salvan de la quema (PPC) o también suben (Ciudadanos). Pero los que se han situado en las zonas grises del espectro, en la del 'sí' o el 'no' pero con matices, han sufrido un duro castigo. Fue el caso de la desaparecida Unió, de la parte de Convergència que ha hecho mutis, del fracturado PSC y de la vieja Iniciativa per Catalunya. Diríase que ante el vendaval soberanista no caben las dudas.
Quien ha entrado ahora en el terreno de la ambigüedad es Catalunya en ComúambigüedadCatalunya en Comú. Sobre el grupo de Ada Colau y Xavier Domènech cae ahora toda la presión de los impulsores del referéndum unilateral del 1-O, pues es el partido de la alcaldesa de Barcelona el que, en caso de participar activamente en la consulta, podría romper el techo del 9-N del 2014 (2.300.000 votantes, 1.860.000 de estos a favor de la independencia) y sobre todo ampliar la base política de quienes han decidido dar el paso y enfrentarse al Estado.
TERRENO RESBALADIZO
Colau y Domènech saben que pisan en terreno resbaladizo, en el que otros ya se han estampado otros antes. De allí la fórmula ambigua que aprobaron el sábado. Niegan que el 1-O sea un referéndum, pero lo consideran una movilización "legítima", y dan apoyo a la jornada, pero no van a llamar a la participación. No es fácil de entender.
Para mayor enredo, se anuncia que esa posición puede variar en función de los avances de los organizadores de la consulta. Es decir, los 'comuns' podrían implicarse más si el 'president' Puigdemont demuestra que en el referéndum habrá suficientes garantías democráticas, con un censo claro, una Administración neutral, una correcta distribución de urnas y papeletas, etcétera. Colau asume así la enorme responsabilidad de dictaminar sobre la calidad democrática de la última salida del soberanismo.
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