INTANGIBLES
La incierta normalidad de la banca andorrana
Andorra dejará de ser un paraíso fiscal pero mantiene el atractivo financiero de la diversificación
Jesús Rivasés
Periodista
JESÚS RIVASÉS
Los bancos y los banqueros andorranos caminan, sin posibilidad de vuelta atrás, hacia su "nueva normalidad", que comienza el 1 de enero de 2017, y que no es la que el americano de origen egipcio Mohamed A. El-Erian, economista jefe de Allianz-Pimco, definió, tras la Gran Recesión, como un escenario de bajo crecimiento enquistado en las economías avanzadas. Tampoco es de la que habla el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el último y muy elogioso informe sobre España, que es un espaldarazo para la política de Rajoy, Montoro y Guindos -rifirrafes internos aparte-, lo que no impide que advierta de los peligros de la inmensa deuda pública española en una futura "normalidad" con tipos de interés más altos.
La "nueva normalidad" de la banca andorrana se llama Intercambio Automático de Información (IAI) y es un protocolo, auspiciado por la OCDE, al que los países se acogen voluntariamente y por el que se comprometen a luchar contra la evasión fiscal. Todo consiste en que los bancos identifiquen a los titulares y beneficiarios efectivos de cuentas de personas físicas y de entidades, ya sean "trust" o empresas. Además, esa información se facilitará a los países de residencia de sus titulares. Es decir, Andorra deja de ser un refugio a salvo de fiscos y curiosos a partir del próximo 1 de enero.
Los banqueros andorranos viven una sensación doble y agridulce. Por una parte, están satisfechos porque se quitarán de encima el sambenito de operar en un paraíso fiscal. Por otra, albergan dudas sobre cómo les puede afectar la nueva situación. A ellos y a las autoridades andorranas, porque los cinco bancos de Andorra generan el 21% del PIB del pequeño país. Las cifras son elocuentes. El sistema bancario andorrano gestiona unos recursos de 45.000 millones de euros -entre los que figuran casi 25.000 millones considerados depósitos de valor y otros títulos en custodia-, con unos depósitos tradicionales de 11.200 millones, sin que las entidades detallen cuantos son titularidad de extranjeros.
La banca andorrana, en campaña de información a sus clientes de que comunicará sus posiciones a las autoridades de sus respectivos países, es sólida, está bien capitalizada y, según sus responsables, no teme al futuro. Presume de experiencia, solvencia y profesionalidad. A pesar de todo, existe la duda de qué ventajas ofrece si el fisco español está al corriente de todo. Nadie lo dice, claro, pero Andorra mantiene el atractivo financiero de la diversificación en otro país. Todo será transparente para el fisco, pero inversiones y patrimonios estarán más protegidos en país pirenáico en el caso, por ejemplo, de la quiebra de una empresa o de otros avatares. No es un asunto menor. Ahora, los españoles que no declararan en su día sus cuentas/inversiones/patrimonio en el Principado tienen un buen lío y pocas opciones. Pagar las multas al fisco español o buscar algún remoto paraíso fiscal donde seguir ocultos. Es la incierta "nueva normalidad".
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