Al contrataque
Mentiras con 'feeling'
Convivimos con la mentira y ya casi no nos afecta
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
SÍLVIA CÓPPULO
El PP ha dejado caer a Rita Barberá, y la exalcaldesa eterna de València ha tenido que abandonar el partido, imputada por supuesto blanqueo de dinero. La forma de actuar era sencillita. Se entregaban dos billetes de 500 euros a un colaborador necesario y este hacía una transferencia de 1.000 euros a las cuentas del partido. Toda la cúpula municipal de València estaba en el ajo. Lo nuevo es que varios miembros del PP han presionado a Barberá para que se marche y no les manche más. De la misma forma que el Gobierno en funciones tuvo que tragarse el sapo José Manuel SoriaJosé Manuel Soria y retirar su candidatura del Banco Mundial. Ahí Mariano Rajoy llegó a decir que sería ilegal no darle el puesto al de los papeles de Panamá. O sea, que el Gobierno ha cometido una ilegalidad a sabiendas, ¿no? ¿Acaso estamos ante gestos de regeneración política y ética?
Me gustaría creerlo, pero en realidad se trata de soltar lastre, porque el PP aspira a mantener el poder, y asoman por la esquina unas elecciones vascas y gallegas, cuyos resultados pueden provocar apoyos repentinos e interesados entre partidos, que, plasmados en papel impoluto, nos colmarán de bonanza y bienestar. ¡Qué bien! Convivimos con la mentira y ya casi no nos afecta.
Sabíamos que mentían como bellacos cuando nos prometieron que el rescate de los bancos por valor de 50.000 millones de euros no iba a costar a los ciudadanos ni un céntimo. Ahora, cuando el Banco de España reconoce que solo ha recuperado el 5% de aquella ingente cantidad y que al menos la mitad de todo el montante, 26.300 millones, los da por perdidos, no nos inmutamos. Los datos numéricos nos resultan lejanos y ajenos. La mentira del poder aparece como una caricia frente al dolor que supondría la verdad. Y, frente a tanta sinvergüenza en las cúpulas del establishment, aparecen redentores populistas que mienten más que aquéllas.
Palabras y hechos
The Economist habla de la posverdad, cuyo máximo exponente sería Donald Trump, quien no se sonroja al afirmar que Barack Obama ha creado Estado Islámico o que los Clinton son asesinos. Lo nuevo es que al votante no le interesa que las palabras de los políticos se basen en hechos reales. Se trata de provocar un feeling de verosimilitud mucho menos aburrido que la verdad simple y llana. Y más efectivo. La campaña del brexit se basó en mentiras, que horas después de provocar el voto mayoritario para que Gran Bretaña abandonara la Unión Europea, fueron admitidas sin rubor alguno.
En un océano de mentiras y posverdades, si no somos capaces de volver a considerar sagrados los hechos, estamos abocados a quedarnos en las manos de aquellos que han llegado para manipularnos. Populistas, autócratas y dictadores se frotarán las manos.
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