Parece una tontería
Juan Tallón

Juan Tallón

Escritor.

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Está como nueva

Las personas nos cansamos de las cosas. Podemos cansarnos de todo. Incluso de amar

Papeleras

Papeleras

Después de veinte años, compré una papelera nueva y le regalé la vieja a mi hija. No fue tanto un regalo, en realidad, como una maniobra poco refinada para no deshacerme de la papelera para siempre y sentirme un poco miserable por ello. Al fin y al cabo, tiene su historia. Y a su manera, está como nueva. «Estar como nuevo» remite a menudo a un estado ficcional de las cosas, lo admito. Nada, después de veinte años, y aun muchos menos en ocasiones, está como nuevo. Consideré que había envejecido demasiado para seguir conmigo, pero no lo bastante para continuar en adelante con Helena. En el fondo, tenemos el deber de cuidarla hasta que se reviente, porque veinte años atrás mi hermana la hizo con sus propias manos para mí.

¿Qué causa que uno pueda cansarse de un objeto secundario, que no se ha roto, que nunca ha dejado de presar con eficacia el mismo servicio de siempre: recibir papeles desechados? No está claro, aunque eso no hace menos cierto que las personas nos cansamos de las cosas. Podemos cansarnos de todo. Incluso de amar. Porque yo amé esa papelera. Pero. Pero. Pasó algo que inclinó la balanza: la perra empezó a comer papeles desaforadamente cuando me ausentaba. Acudía a la papelera, hocicaba hasta encontrar el más apetecible, y dejaba el resto esparcido por el suelo, para que yo lo recogiese. Improvisé una tapa con la que cubrir la papelera. Me vino de perlas un gran atlas geográfico, editado por Vicens Vives, que me regalaron en un club de lectura. Pesaba cinco quilos. Creo que me harté de retirarlo cada vez que quería arrojar algo a la basura. Sí, fue eso. Uno puede retirar la misma cosa un número limitado de veces. Entonces me compré una papelera con tapa automática. Durante unos días conviví con las dos. Pero no me convenció semejante estilo de vida. Resolví el dilema utilizando a mi hija. Una amiga me hizo ver que quizá sufriese una crisis de edad, que se manifestaba en un súbito amor al pequeño electrodoméstico. Me recordó que a la papelera automática había que sumar la impresora nueva, la cafetera de goteo y el grill-sandwichera. Todo en apenas dos meses.