Contra el libro de verano
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Los llamados libros de verano son habitualmente lecturas inacabadas. Si uno no va con cuidado a la hora de escoger, lo que empieza en julio y agosto con brío y entusiasmo, en septiembre se convierte en un estorbo interminable. El problema, claro, es que el libro de verano suele ser demasiado largo. En lugar de diversificar y prever estados de ánimo con una selección de verano -un Simenon, unas memorias, un libro de cuentos, un Updike-, los lectores de temporada entran en la librería como si buscaran provisiones para pasar un año en una isla desierta.
«Lectura para todo el mes», piensan algunos con optimismo, calculando las horas que le dedicaran, y terminan escogiendo una novela tan larga como su ilusión por las vacaciones. Leeré por la mañana, tras el desayuno, se dicen. Leeré en la playa (¡en la playa!). Leeré al atardecer, a la hora del aperitivo. Leeré antes de irme a la cama, al fresco.
La observación de los lectores de playa me dice que en los primeros días el ritmo es bueno, se entra en el libro con ganas, pero en general, al llegar a la segunda quincena, este mundo ideal empieza a relajarse. Entonces llega un día en que surgen las excusas. «Me lo habían recomendado mucho, y en cambio tal y tal». Si el lector había comprado más libros gruesos (suele ocurrir), abandona el primero y empieza el segundo con energías renovadas, y así etcétera, hasta que llega la hora de volver al trabajo.
El libro, entonces, se convierte en una anécdota para olvidar, como una noche de retortijones o una tarde de tormenta. Lo cierto es que nadie piensa en la tristeza de los libros nunca terminados y, sobre todo, de los libros a medio leer que quedan atrás con el fin del verano: en el apartamento de la playa, en el fondo de la maleta, en la biblioteca multilingüe de un hotel, haciendo compañía, por ejemplo, a las Sombras de Grey en cinco lenguas distintas, un álbum de sudokus o un librito de autoayuda que tuvo éxito hace 25 años. Uno los abre y el punto de libro es el palito de un helado en la página 137. Los hojea y al momento te envuelve un vago olor de crema solar...
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