El pecado de la ambigüedad
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
«Amarás la Independencia sobre todas las cosas». Ante el advenimiento del milagro plebiscitario del 27-S, este parece ser el primer mandamiento para la mayoría de la feligresía convergente, decidida a aupar a Artur Mas a los altares de la mística nacional. No ha lugar a objeciones, preguntas ni circunloquios. Las dudas y la ambigüedad son heréticas, pecados mortales.
Imbuido de esta pujante corriente espiritual, CDC y el conjunto del nacionalismo catalán, siempre presto a la evangelización, han topado, paradójicamente, con el único partido catalán de inspiración cristiana: el socio de Unió Democràtica. La cúpula democristiana, agnóstica en lo que a la fe independentista concierne, manifestó su ambigüedad en la alambicada pregunta de la consulta del pasado domingo. Y la militancia, corta en número y en afluencia a las urnas, la expresó mediante el resultado de una votación que, según los términos fijados por las facciones contendientes, quedó más o menos así: el 50% apoya el «proceso», con varios condicionantes, y el 46%, la secesión. Eso, aceptando que entre estos últimos nadie votase 'no' por rechazo al «proceso» en su conjunto.
Mercaderes y apóstatas
CDC, que no supo expulsar a tiempo a los mercaderes que habían profanado el templo nacionalista, se afana ahora en ahuyentar a los apóstatas de la independencia. O los democristianos abrazan el dogma del 'sí-sí', o no será suyo el reino de los cielos. La ruptura del sacrosanto matrimonio de CiU no tiene mucha más demora.
Ante tamaña prueba de fe, el PSC sucumbió antes que Unió, mientras que Iniciativa fue a catequesis hasta las vísperas de la comunión del 9-N, pero luego esquivó el castigo divino refugiada en el seno de la izquierda alternativa. Justo es apuntar que Ada Colau sí supo apartar de sí un cáliz que le sabía amargo, sin padecer por ello penitencia alguna.
Quizá, en efecto, sea la hora de quitarse las caretas, contar los apoyos de cada cual y obrar en consecuencia. Pero alguien, tarde o temprano, deberá reivindicar la nobleza de hacerse preguntas y de buscar respuestas, de analizar pros y contras, de dudar de todo sin por ello ser tachado de desafecto.
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