ANÁLISIS

Europa debe empezar a desmontar su muralla

Ver a los refugiados como un problema de inmigración es erróneo además de inmoral

RAFAEL VILASANJUAN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desde el inicio de la guerra en Siria llevamos cuatro años sin hacer nada, sin conseguir vislumbrar no ya una salida al conflicto, sino ni tan siquiera cómo proteger a los que huyen de la barbarie de un régimen asesino o de unas milicias radicales genocidas cuya violencia, lejos de remitir, ha hecho metástasis primero en Irak, luego en Yemen.

Durante este tiempo se ha fraguado la mayor crisis de refugiados desde la segunda guerra mundial sin que se haya pensado en adaptar las políticas de asilo. Más bien al contrario, a medida que la crisis ha ido en aumento y el desplazamiento de personas se ha empezado a contar en millones, las fronteras se han ido haciendo cada vez más estrechas.

Los países vecinos están superados. Con mas de tres millones de refugiados entre TurquíaLíbano y Jordania, el mapa de este drama humano desperdigado en campos solo recoge la vanguardia de los que han logrado huir del país. El resto de la población sigue cautiva en un escenario violento de enorme complejidad y difícil salida.

No es extraño que Turquía cierre la frontera. La afluencia les desborda porque ha estado abierta desde que se inició la huida masiva, haciendo posible que casi dos millones de sirios hayan encontrado un respiro al conflicto. Un reto desproporcionado que requiere un apoyo financiero excepcional y el compromiso de distribuir la carga hacia otros países. Es ahí donde Europa debe entrar. Porque Turquía ha cerrado la puerta, pero en los países de la Unión Europea (UE) la muralla está sellada desde el inicio de la crisis y todavía se cuestiona si deben o no dar asilo a unos miles.

Parece mentira que el viejo continente, por el que se impulsó el derecho a cobijo de los que huían del horror nazi, haya olvidado en solo dos generaciones el compromiso que permitió entonces salvar miles de vidas. Estamos dando la espalda a cientos de miles de niños huérfanos, mujeres víctimas de abuso y violencia sexual y familias enteras desarmadas que intentan encontrar un lugar seguro donde protegerse mientras se apaga el incendio.

No son inmigrantes, son refugiados. Contemplar la huida de los que temen por sus vidas como un problema de inmigración no solo es moralmente inaceptable, es también un error en el enfoque. No se puede encontrar solución a esta crisis humana en los márgenes estrechos de las leyes de inmigración europeas.

Mientras la guerra se agrava y se multiplican los opresores, dar refugio a quienes huyen de la violencia es una responsabilidad compartida. Con la puerta turca cerrada, Europa debe empezar a desmontar su muralla. Millones de personas necesitan ayuda y estamos obligados a encontrar una solución.