La rueda

El 'sinpa' se extiende

La practica de huir sin pagar de los sitios cuenta cada vez con más seguidores

CARLES SANS

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Sevilla. Almuerzo conmigo mismo en un céntrico restaurante rodeado de una animada clientela que abarrota las mesas y la barra. El jolgorio de decenas de conversaciones se mezcla con el tintineo de cucharas y tenedores que viajan de la boca al plato en una desordenada coreografía, en la que la banda sonora la ponen los camareros que gritan los pedidos de una clientela hambrienta que se agolpa a lo largo de la barra. Me siento afortunado por estar sentado a una mesa arrinconada desde la que veo perfectamente el caos.

De repente, aquel embarullamiento general se altera de manera aún más violenta e inesperada. Un número indeterminado de camareros se abren paso para perseguir a un grupo que escapa sin pagar. Con la estampida se llevan por delante la mesa de unas personas que todavía no saben ni cómo ni por qué acaban, en un segundo, empapadas de cerveza.

Parece imposible que en aquel estruendoso local se pueda conseguir un silencio tan cerrado como el que se produce en aquel momento. Al poco, vencidos por el calor del mediodía sevillano, aquellos esforzados camareros vuelven resoplando y empapados en sudor. No los han pillado.

Un cliente exclama: «¡Me cago en los putos sinpas!» Es un sin pagar, al parecer una lamentable costumbre que se ha ido extendido más que nunca en nuestro país. Más de 100 personas al día se marchan por la patilla de las gasolineras después de llenar el depósito. Los Ferrocarrils de la Generalitat utilizarán tecnología punta para atrapar a los que no paguen el billete, que cada vez son más; incluso en internet he podido leer un manual de cómo robar en los grandes almacenes sin que te atrapen. ¿Qué está ocurriendo? Hay quien argumenta lo de la crisis. Tal vez; pero sospecho que, como dice un blogger en su página web, para muchos «hacer un sinpa

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