La cumbre de los pasos perdidos

El G-8 fue la ampliación natural de este grupo de los siete países mas industrializados, pero desde la apropiación de Crimea, Rusia ya no está invitada. El primer mensaje es para ellos. Occidente está unido y las sanciones seguirán siendo la estrategia común de contención a la desaforada ambición de Vladimir Putin en Ucrania.

La intención es buena, el resultado tal vez no tanto. Porque la ausencia rusa genera un nuevo vacío. ¿No sería bueno utilizar la cumbre para ablandar posturas? Aunque Rusia fuera la china en el zapato de las economías privilegiadas, sin ella no va a ser fácil avanzar en algunos asuntos de la agenda global. En Siria, mientras Occidente continua perdido, Putin sigue apoyando abiertamente al régimen de Bashar al Asad. En Ucrania el apoyo a los rebeldes prorrusos es aún mas evidente y con Putin alimentando incluso la sombra de la rebeldía griega de Tsipras,  ¿podemos esperar algo de esta cumbre?

Con el grupo encogido, vuelto a sus costuras originales de siete países, Angela Merkel ha preparado la reunión para lograr avances en algunos agujeros negros donde la capacidad global se desmorona cuando las alarmas saltan. La respuesta al ébola y a las necesidades de salud en países pobres o la idea de llegar a final de año a la cumbre de París sobre cambio climático con un acuerdo, no son asuntos menores.

DESIGUALDADES

El problema es desvincularlos. No hay respuesta posible al cambio climático ignorando las enormes desigualdades que ha generado una economía salvaje cuyas reglas definió precisamente este mismo grupo hace décadas, cuando Thatcher y Reagan dictaban doctrina y el Banco Mundial y el FMI gestionaban la cartera, expandiendo la idea de un crecimiento económico sin barreras.

Aunque el G7 actual no es lo que era, tiene la oportunidad de recuperar los pasos perdidos y empezar a promover un modelo diferente y más justo de organizar la economía global. O eso, o lo que quedará de esta cumbre será poco más que una nueva foto. Este año con los Alpes al fondo.