Editorial
Convidados de piedra en el G-7
Ala cumbre del G-7, el grupo de países más industrializados del mundo, reunida en un castillo de Baviera asisten dos convidados de piedra que son los que marcan la agenda real -no la oficial- de este encuentro. Son Vladimir Putin y Alexis Tsipras. El primero fue excluido del club de las potencias mundiales por su actuación en Ucrania con la anexión de la península de Crimea. El segundo no está porque el país que gobierna está muy lejos, lejísimos, de ser una potencia. Sin embargo, ambos ocupan buena parte de las discusiones porque son los protagonistas de dos de las grandes crisis abiertas hoy en el terreno político y económico. Hay también un tercer convidado de piedra y es la gran distancia que hay entre los planteamientos de los líderes europeos y los que no lo son, en particular, Barack Obama. La austeridad o el mantenimiento o no de las sanciones a Rusia son el ejemplo más notorio de esta distancia entre unos y otros dirigentes.
Así costará mucho enhebrar el «futuro compartido» del que habla el presidente de EEUU. Pero, además, el peso de estas potencias que en el pasado era determinante en la economía mundial y en el diseño de las relaciones internacionales, ya no es el que era con la aparición de las potencias emergentes pese a que su crecimiento se haya desacelerado. Angela Merkel, presidenta de esta cumbre, insiste en el papel de liderazgo mundial del G-7, pero la misma idea de liderazgo mundial parece estará en crisis.
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