El hundimiento

La encuesta del CIS de febrero conocida ayer constata un fuerte derrumbe de las expectativas económicas y políticas de los españoles y el hundimiento de la moral colectiva. Veamos los fríos datos.

El indicador de confianza económica, que oscila en entre el 0 (pesimismo absoluto) y el 100 (optimismo pleno) ha descendido al 23,6. Es una de las cotas más bajas de la serie aunque en setiembre llegó a estar peor (21,7). Pero el descenso mensual es del 10% y del 16,9% respecto a febrero del 2012. Lo más grave es que el indicador de la situación económica actual, el del momento presente, ha caído hasta el 12,2, lo que implica un desplome mensual mayor (13,5%) y otro anual del 23,8%. La crisis se agrava y hace más daño.

Más preocupante es lo que sucede en el campo político. Aquí -con un Gobierno con mayoría absoluta elegido hace muy poco- las cosas deberían estar mejor. Pues nada de nada. El indicador de confianza política (23,8) está igual de mal y se ha deteriorado todavía más. Un increíble 42% en un año. Y al indicador de la situación política actual (13,8) le pasa lo mismo. Ha caído un 56,5 en un año y un todavía peor 31,7% en un mes. ¿Cómo se ha podido producir este desplome descomunal?. La única explicación es la explosión del caso Bárcenas a finales de enero que plantea tres graves interrogantes. ¿Cómo pudo un tesorero de clase media ahorrar en Suiza 22 millones de euros, que ahora ya pueden ser 39? ¿Hubo financiación ilegal como se desprende de las cuentas de Bárcenas? ¿Es cierto que algunos dirigentes cobraban una parte en negro?.

La consecuencia es que el 40% de los encuestados por el CIS dice que la corrupción y el fraude son ya el segundo problema de España, superado solo por el paro. El disparo de la corrupción es nada menos que de 22 puntos respecto a la encuesta de enero y de 31 en un año. Y la clase política es el cuarto problema -detrás de la economía- para el 29,7% de los encuestados, diez puntos más que en febrero del 2012.

Los españoles dieron hace un año la mayoría absoluta el PP pero la agudización de la crisis (que decían solo era culpa de Zapatero) y el caso Bárcenas han provocado el hundimiento de la moral colectiva. El propio Cristóbal Montoro, poco dado a la autocrítica, lo admitía ayer afirmando que el caso Bárcenas era «muy lamentable», pero que el país tiene una crisis seria y el Gobierno debe afrontar los problemas y tomar decisiones. Tiene razón y además no todo es negativo. El ritmo de incremento del paro (15% en el 2012) ha sido el doble que el del 2011 pero el lunes dos agencias de rating, Standard&Poor´s y Moody´s, señalaban el dato positivo, todavía no avalado por Bruselas, de la contención del déficit público en el pasado año.

Pero con la desmoralización general que revela el CIS y con el 82% (81% de los votantes del PP) creyendo que Bárcenas chantajea al Gobierno, es imposible que el equipo de Rajoy (Génova pero también Moncloa) no esté pendiente de los ataques de un extesorero que, tras demandarles la semana pasada por despido improcedente (21.000 euros mensuales pese a estar despedido), les denunció ayer por mobbing por atentar contra su intimidad como trabajador al forzar la entrada del despacho (el que no tenía).