El análisis de los resultados electorales

La derrota del pensamiento débil

No parece razonable un rápido congreso socialista que dé el poder del partido a los de siempre

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ANTONIO PAPELL

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La derrota del PSOE el 20-N no ha sido simplemente el fruto de la fluctuación natural de las preferencias electorales que sucede en todas las democracias a medida que los gobiernos se desgastan y los ciudadanos cambian periódicamente de perspectiva; esta vez ha habido un desalojo destemplado del poder, un rechazo contundente y explícito a la mayoría política socialista que nos ha traído hasta aquí. Una reprobación que resulta perfectamente mensurable y que apunta a la evidencia de que la derrota de los unos es más aparatosa y significativa que la victoria de los otros: si el PP ha subido cuatro puntos su cotización popular (490.000 votos), el PSOE ha perdido casi el 40% de su electorado, más de 15 puntos porcentuales de apoyo (4,3 millones de votantes), lo que sitúa a la gran formación de centroizquierda en una posición preconstitucional.Felipe Gonzálezlogró mejor porcentaje en las primeras elecciones generales de la democracia, en 1977, cuando todavía el PCE aspiraba a la hegemonía de la izquierda y el socialismo suscitaba temores y estaba fragmentado (todavía existía el PSP deTierno Galván).

La gravísima crisis económica ha desgastado mecánicamente, qué duda cabe, al Gobierno deRodríguez Zapatero,como ha hecho con los demás gobiernos europeos que la han tenido que afrontar, pero el comportamiento del electorado español el 20-N sugiere que esta no es la única razón de la debacle. El PSOE, víctima quizá del eclipse de la socialdemocracia europea, ha demostrado una conmovedora falta de ideas y de propuestas a lo largo de esta convulsa legislatura -todavía resuena en los oídos de este país aquello de que «bajar impuestos es de izquierdas», gran lema de una estricta definición ideológica-; un déficit de organización que probablemente tenga que ver con su no rectificada propensión a la endogamia; una incapacidad para seducir y atraer a nuevos militantes, cuadros y simpatizantes de cierto nivel, y una escasísima capacidad comunicativa y de complicidad con los grandes designios e inquietudes sociales. No debería pensarse, pues, que el electorado ha castigado simplemente a los autores de un gran ajuste -en Catalunya, la sociedad ha demostrado su altura de miras al no tomar en cuenta al Gobierno de la Generalitat las ineludibles medidas de austeridad adoptadas-, sino a un equipo que no ha sido capaz de dar una respuesta cabal, rectilínea, contundente y clara a la gran recesión, y que se ha limitado a capear el temporal sin conocer muy bien el puerto de arribada. Lo que en la primera legislatura deRodríguez Zapateropareció ser una recuperación creativa del aliento socialdemócrata, en la segunda se convirtió en pensamiento débil, en cáscara vacía.

No tendría sentido en este momento depurar las responsabilidades de la gran hecatombe socialista.Rodríguez Zapatero,prematuramente descartado por propia voluntad de la posibilidad de optar a una nueva legislatura, ha conseguido evitar la bancarrota española, pero no ha podido hacer su política inteligible para una opinión pública acuciada por el desempleo y por la pérdida súbita de las expectativas. Lo cierto es que la opinión de los electores ha quedado bien clara. Y que, casualmente, todos los candidatos oficiosos a suceder aRodríguez Zapateroen la secretaría general han sufrido un varapalo especial. A pesar de su meritorio esfuerzo,Rubalcaba ha llevado al PSOE al peor registro de toda la democracia;Chacónha conseguido al frente del PSC la proeza de perder por primera vez las elecciones generales en Catalunya;Patxi Lópezha perdido el 16% de los votos, ha pasado de nueve a cuatro diputados y ha quedado en tercer lugar en Euskadi; y en Extremadura, el PSOE deFernández Varaha descendido 15 puntos con respecto al 2008 mientras el PP extremeño ha repuntado casi un 10%.

Así las cosas, no parece que sea muy razonable la idea de recomponer rápidamente la organización socialista mediante un congreso que reconstituya el esquema interno de poder con los mismosapparatchikde siempre. Parece claro que el futuro del principal partido de la oposición no puede reducirse a un dilema entreChacónyRubalcaba.A estas alturas, parecería lógico, antes de dar nuevos pasos en cualquier dirección, realizar primero una catarsis que sirviese para identificar todas las causas del derrumbe y proponer las terapias adecuadas, los vectores de futuro apropiados para cumplir el doble designio de resucitar y de aportar un cooperativo impulso a la salida de la crisis que ahora gestionará el PP. Quizá lo más sensato sería queRodríguez Zapateropropusiese a los notables de su partido la formación de una gestora que se hiciera cargo del aparato durante un periodo de tiempo de varios meses para dar lugar a una reflexión intensa y profunda, a una catarsis creativa, a una convocatoria a toda la sociedad, previos a un congreso más tardío en el que se debería producir una decantación ideológica consistente y la convergencia de más personalidades que las que ahora se postulan para recoger las cenizas de Ferraz. Periodista.