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Aviso de la calle

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

Haría bien el Govern en no echar en saco roto la sintomatología social que puso ayer de relieve la multitudinaria manifestación de Barcelona. Tanto la variedad de las entidades convocantes -unas 200- como la transversalidad de los asistentes a la gran parada contra los recortes -médicos, enfermeras, maestros, funcionarios, profesionales de todas clases, sindicatos, organizaciones cívicas- dejó patente que el plan de austeridad apuntado por el equipo de Artur Mas, y estacionado en vía muerta hasta después de las elecciones, tiene la rara cualidad de poner de acuerdo a sectores sociales y colectivos que habitualmente viven vidas separadas.

No es aventurado imaginar que los manifestantes, con contadas excepciones, están de acuerdo en que hay que ahorrar para contener el déficit y tranquilizar a los mercados. Pero también coinciden en que el tijeretazo no puede convertirse en la extremaunción del Estado del bienestar cuando, paradójicamente, el plan de austeridad se presenta como el único camino posible para salvarlo. Porque no por mucho repetir que las medidas que se quieren adoptar pretenden resguardar conquistas sociales históricas -la sanidad y la escuela públicas, los programas de asistencia social-, estas quedan blindadas.

Que una parte de las estrecheces presupuestarias que se avecinan se deban a la política del Gobierno central tampoco debe llevar al de la Generalitat a suponer que la protesta no va con él y los manifestantes han errado el tiro. Lleva razón elpresidentcuando se lamenta del comportamiento de Madrid con el famoso pago a cuenta -1.450 millones- del fondo de competitividad, pero no llevan menos razón los sindicatos y quienes ayer les acompañaron en la calle cuando afean al Govern la concesión de regalos fiscales

-la reducción a su mínima expresión del impuesto de sucesiones- en época de restricciones.

Desde luego, no es casual que se haya convocado una manifestación de este corte en plena campaña electoral, y los partidos de la izquierda no son ajenos a la movilización. Pero las dimensiones de la marcha han excedido con mucho la capacidad de convocatoria de los antiguos aliados en el tripartito. Razón más que suficiente para que el Govern persevere en la prudencia, a la que se acogió solo cuando se acercaron las elecciones, y para que los sectores afectados sean flexibles en la negociación para preservar los pilares del Estado del bienestar.